Imagen panorámica de la zona del incendio. | Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente

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El milagro volvió a caer del cielo. Tras el asedio del pavoroso incendio al municipio de Estellencs, en la madrugada del sábado al domingo, ayer por la noche le tocó el turno de angustia a la finca pública del Galatzó.

Con la caída de La Trapa, que ha quedado devastada en un 80 %, el otro pulmón verde de la zona se ubicaba en el Galatzó, donde precisamente se dirigió la gran lengua de fuego. El domingo por la tarde la situación se fue complicando, y el centro de coordinación de Emergencias decidió evacuar la finca pública, donde en esos momentos había casi un centenar de personas, entre turistas y trabajadores. A las ocho y media, los 28 aviones y helicópteros que habían mantenido a raya el frente de Estellencs tuvieron que regresar a sus bases. Caía la noche y ya no podían operar.

Avance
Las peores perspectivas, al final, se cumplieron. La masa rojiza fue avanzando de forma gradual, consumiendo pinos, encinas y olivos centenarios, así como grandes extensiones de monte bajo. Los efectivos antiincendios establecieron puntos de control, pero el perímetro fue avanzado imparable y se dirigió a la finca pública del Galatzó.

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La estampa nocturna del cielo rojo tras el castillo de Son Claret, en la carretera entre Galilea y es Capdellà, era bastante ilustrativa de lo que se venía encima. Afortunadamente, esa propiedad se libró de las llamas, pero a las cinco de la mañana el fuego viró de nuevo y entró en el Galatzó. La reserva de animales estaba cerca y se puso en marcha un dispositivo para la posible evacuación de los ejemplares. Los que presentaban un problema mayor eran los osos, por su tamaño y características. Y comunicación permanente con los expertos de Natura Park, se pensó en la posibilidad de sedarlos, para luego introducirlos en camiones. La reserva, ya por la mañana, fue clausurada por la Guardia Civil y algunos vehículos especiales entraron en el recinto, por si tenían que sacar a toda prisa a los halcones, cabras y otros animales de aquellas instalaciones.

La situación se mantuvo crítica y se informó a las policías locales de Banyalbufar y Puigpunyent que se mantuvieran alertas, por si el incendio llegaba a esos municipios y a Galilea. Hasta 29 aviones y helicópteros despegaron con las primeras luces del día y volvieron a combatir las llamas, descarga tras descarga. El viento soplaba a favor de los equipos de Emergencias que trabajaban en el flanco de Estellencs, por lo que ese frente quedó estabilizado y parte de la cobertura aérea se pudo destinar al Galatzó.


Alivio
Con la ayuda de los aviones y helicópteros, las llamas retrocedieron en el Galatzó y dejaron de amenazar la reserva de animales. El alivio fue máximo entre los equipos de Emergencia, ya que se trataba del último foco descontrolado y el que ponía en peligro los otros pueblos de los alrededores. La batalla de Galatzó fue la última que libraron en la guerra contra el gigantesto de Andratx. El resto de frentes ya no presentaban la peligrosidad de días atrás. ¿Fin de la pesadilla?