A primera hora de ayer, muchos medios de comunicación entrevistaban a los vecinos. | Julio Bastida

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«El detenido es un viejo cascarrabias insoportable. Está forrado y no encontrarás absolutamente a nadie que hable bien de él. Era un amargado de la vida», así de claro y rotundo de mostraba uno de los vecinos de la finca.

«Estamos todos muy consternados por lo ocurrido. María Luisa era todo lo contrario a su marido. Ella era peninsular y llevaba muchos años aquí. Era una bellísima persona. Nosotros cariñosamente la llamábamos la presidenta eterna. Siempre que había algún problema de la comunidad ella colaboraba y se responsabilizaba de arreglarlo», concluye otra residente del número 23 de la calle Rosselló i Caçador de Palma.

El edificio

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La finca donde se produjeron los hechos es una comunidad muy reservada. La gran mayoría de sus vecinos son de un gran poder adquisitivo. Las siete primeras plantas se dividen en dos, pero a partir de la octava y novena, toda la planta es una sola vivienda de más de 300 o 400 metros cuadrados. Sus vecinos se muestran cautos a la hora de realizar declaraciones, pero todos ellos coinciden en destacar que Antonio Ll., de 82 años, era un hombre «muy raro, poco sociable y con un carácter antipático».

«Antoni es un viejo quisquilloso. Todo le molestaba y no dejaba vivir a nadie tranquilo. Si os fijáis, la diferencia de edad entre él y su mujer es muy grande. María tenía 60 años y Toni tiene 82. Su hijo tiene 18 años y ya lo tuvieron muy tarde. Te repito, ella era encantadora, pero él no es buena gente», concluye otro vecino.

El día después de la muerte de María Luisa Perún, amigos, conocidos y familiares no daban crédito a lo sucedido. En los bares y cafeterías de los alrededores no se hablaba de otro tema y los allegados prefieren esperar a que los agentes responsables del caso concluyan con la fase de investigación.