El control de alcoholemia jugó una mala pasada a los conductores.

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La historia se las trae y merece en el parte de la Policía Local de Sant Josep (Eivissa) hasta unas expresivas tres admiraciones de colofón por lo rocambolesco del suceso.

El miércoles pasado se establece en la avenida de Sant Agustí un control de alcoholemia en el que participan tres agentes. Realizan mediciones entre las ocho y media y las diez y media de la noche a un total de 35 vehículos.

Uno de ellos resulta denunciado por dar una tasa de alcoholemia merecedora de multa y otros tres, que superan la de 0,60 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, serán imputados.

Una noche normal

Hasta ahí, una noche atareada, pero normal. La «curiosidad», como califican los agentes, viene cuando uno de los imputados decide llamar a un amigo para que se haga cargo de su vehículo, de manera que no tenga que dejarlo ahí toda la noche.

Aparece éste poco después conduciendo su propio vehículo, una furgoneta, a quien se le somete también a la prueba y quien consigue una 'puntuación' de 1.16, por lo que resulta igualmente imputado.

A su vez, se llama a un tercer amigo, que acude en perfectas condiciones, a quien se apercibe de que se tiene que hacer responsable de los vehículos y que nadie que no sea él puede conducirlos.

En teoría, lo tendrá difícil para trasladar los tres sin ayuda, pero asume el compromiso. La Policía Local de Sant Josep, una hora después, es informada por parte de la Guardia Civil de Tráfico de que se ha detenido una furgoneta con uno de los dos amigos imputados, por lo que deberá responder ante la ley de esta circunstancia.