La Policía Local de sa Pobla está velando para que se calmen los ánimos en la localidad. | ALEX SEPULVEDA

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La violación de una adolescente de quince años de edad por parte de dos menores marroquíes ha convertido sa Pobla en un polvorín. La policía y la Guardia Civil están trabajando intensamente para rebajar la tensión y evitar represalias contra la comunidad magrebí, tan numerosa en aquella localidad.

Los presuntos agresores, que tienen la misma edad que la víctima, conocieron a la chica en la noche de Halloween, durante una fiesta en sa Pobla. En los días siguientes se ganaron su confianza y el fin de semana la llevaron a una caseta.

Violación

Se trata de un descampado junto a la ronda, a la entrada del pueblo. Una vez allí, los dos magrebíes se abalanzaron sobre la menor, la ataron y la violaron. En cuanto pudo liberarse, la víctima pidió ayuda y su familia interpuso una denuncia. Ella fue atendida de sus lesiones en un centro hospitalario y la Policía Local y la Guardia Civil de Inca se hicieron cargo de la investigación. Finalmente, y dado la gravedad de lo sucedido, fue la Policía Judicial la que tomó declaración a la menor y buscó a los dos agresores.

Con los datos aportados por la adolescente, la detención de los dos sospechosos se llevó a cabo con celeridad y ambos pasaron a manos de la Fiscalía de Menores. Los marroquíes ingresaron en el centro de menores de Es Pinaret, en Marratxí, y a partir de ese momento la tensión en sa Pobla ha ido en aumento. El trabajo a pie de calle de la Policía Local ha sido clave para controlar algunos ánimos, que estaban muy exaltados.

De hecho, parece ser que estos días han aparecido algunas pintadas clamando venganza y se han oído en bares y plazas comentarios que preocupan mucho a la policía y la Guardia Civil. La Comandancia palmesana, en este sentido, ha reforzado de forma discreta la vigilancia en sa Pobla, con agentes de paisano que patrullan por el municipio.

Desde el Ayuntamiento también se han llevado a cabo reuniones con algunos colectivos para explicar que se trata de un incidente muy grave «pero aislado», y que no se puede criminalizar a todo un colectivo -como el magrebí- por un episodio concreto.