Segunda sesión del juicio contra la madre que presuntamente mató a su hijo en Menorca. | Alejandro Sepúlveda

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Mónica Juanatey no manifestó ningún cambio de carácter ni tristeza tras la muerte de su hijo César y de que se deshiciera del cadáver en una maleta roja. Dos testigos, un hombre que vivía en el mismo piso que ella y una amiga de la infancia coincidieron en que julio de 2008 (la fecha del supuesto crimen) no supuso ningún punto de inflexión para la acusada.

El primero creía que el niño que había acudido a la casa de la calle Amazonia de Maó era el sobrino de Juanatey. Este hombre compartía vivienda con el novio de la acusada cuando ésta viajó a Menorca. Señala que Mónica le dijo que el niño se iba a quedar «una semana o quince días». Sin embargo asegura que «sólo estuvo uno o dos como mucho».

Una íntima amiga de Juanatey en Noia, su pueblo natal, ratifica lo mismo: «La vi normal». Ésta relató que la relación entre madre e hijo era buena: «Siempre iban juntos. Ella no tenía con quien dejar al niño». Incluso contó que la acusada estuvo contenta de tener al niño. Mónica y esta joven mantuvieron el contacto de forma esporádica cuando la primera ya estaba en Menorca. Así, la acusada le envió al menos tres correos electrónicos. El primero es contemporáneo al viaje de César a Menorca y a la supuesta fecha del crimen. Mónica cuenta que ha ido a la playa con el niño y que lo pasan muy bien. Cuatro meses después, con el menor ya fallecido, cuenta que ha montado una fiesta con César y «sus amiguitos» con motivo de la comunión del niño. En un tercer correo posterior bromea con que el niño no había ido vestido de marinerito.

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La amiga también contó que César se bañaba solo de forma habitual, justo lo contrario que dijo la madre.

A instancias del abogado defensor comparecieron ayer el resto de policías y guardias civiles que intervinieron en el caso. El letrado Carlos Maceda incidió de forma reiterativa en dos aspectos: en el encuentro que tuvo lugar en la comisaría entre Juanatey y su novio durante los interrogatorios y en las rajas que tenía la maleta. Los policías admitieron que la acusada y su novio se encontraron de forma casual en un pasillo y que dejaron que se dieran un abrazo y que intercambiaran breves palabras. La defensa pretende vincular este hecho con el cambio de declaración de la entonces detenida que pasó a admitir que había asesinado al menor. Uno de los policías contó cómo el actual marido de Juanatey llamaba por teléfono a su entonces novio para saber si la habían detenido. Ambos discutieron sobre quién era o no la pareja de ella. En ese contexto se produjo el posterior encuentro en el que, según los policías, sólo se dieron ánimos.

Sobre la raja de la maleta, la defensa ha preguntado a todas las personas que tuvieron contacto con el objeto. Nadie ha aportado nada al respecto. Lo único en lo que han coincidido es en que la zona, a pesar de estar a ocho metros de una carretera, quedaba muy apartada.