Miguel Fernández, junto a sus hijas Andrea y Paula, en la habitación del hospital USP Palmaplanas. | Julio Bastida

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«Estamos vivos de milagro. Recuerdo que fuimos cayendo uno a uno hasta que consiguieron rescatarnos. Sobre las ocho de la mañana, mi hija Paula, que tiene tres años de edad, chocó contra una silla y se desplomó. Su hermana, Andrea, que tiene 14 años, la cogió y nos la trajo a nuestra habitación. Pasados unos minutos, mi otra hija también comenzó a sentirse indispuesta y cayó al suelo tras sufrir un mareo. Fue entonces cuando me levanté, fui a la cocina y les administré un sobre de paracetamol y regresamos a la cama», relata Miguel Fernández, desde la cama del hospital USP Palmaplanas, donde se encuentra toda la familia hospitalizada.

«Unos quince minutos más tarde, mi mujer Montserrat, también cayó desplomada y comenzó a vomitar. Fue entonces cuando decidí llamar a su jefe para comunicarle que no se encontraba bien y que no podía acudir a su puesto de trabajo. Pau, el inspector de Trablisa, al contarle lo relatado me insistió en que llamase al 112 y que acudiese hasta mi domicilio una ambulancia. Quiero aprovechar para darle las gracias porque si no hubiera sido por él posiblemente nos hubiéramos quedado dormidos y padecido la muerte dulce», relata Miguel, visiblemente emocionado.

«Finalmente, llamamos a la ambulancia y cuando los médicos tocaban a la puerta, a unos diez metros, caí desplomado. La Policía Local de Marratxí y los sanitarios entraron y nos rescataron. Hoy es el cumpleaños de mi mujer y el mejor regalo ha sido salvar la vida», concluye.

Por su parte, el matrimonio formado por Miguel Fernández, su mujer Montserrat y sus dos hijas Paula y Andrea, permanecen hospitalizadas en la clínica USP Palmaplanas en observación. El matrimonio requiere la utilización de oxigeno que se le administra mediante una mascarilla y todos ellos evolucionan favorablemente.

Causas

La familia reside en es Vivero en Palma, y utiliza la vivienda de Marratxí como caseta de fin de semana. En este domicilio no hay energía eléctrica y la familia Fernández utilizaba una nevera que funciona con gas butano. Al parecer realizaba una mala combustión desde hacía tiempo, pero como era verano y siempre había puertas o ventanas abiertas no había ocurrido nada. En esta ocasión monóxido de carbono se depositó en la vivienda y a punto estuvo de provocar una tragedia.