Una cámara de seguridad capta el instante en el que un varón introduce una bolsa de bollería en el interior de su chaqueta. | Michel's

TW
60

La crisis económica en la que estamos inmersos está provocándola proliferación de situaciones límites y delictivas, especialmente en las clases más débiles y desfavorecidas.

La Policía Local de Palma constata una realidad que muchos pronosticaban, pero que al mismo tiempo se negaban a creer. En los últimos meses el número de robos en establecimientos de comida se han disparado. Se trata de personas que lo hacen por necesidad y por falta de recursos económicos para adquirir los productos.

Fuentes policiales afirman que hace unos años los ladrones iban a los supermercados a robar un determinado tipo de productos catalogado policialmente como ‘caprichos o de lujo'. Eran cremas, bebidas alcohólicas, perfumen etc... Ahora el perfil del delincuente es totalmente diferente. Se trata de padres de familia en situación desesperadas que se encuentran en el paro y que no tienen nada para comer. Además, el valor del género no suele superar los 10 ó 15 euros y suele tratarse de algo de carne, pan, embutido o bollería.

Las mismas fuentes puntualizan un detalle muy significativo que, bajo ningún concepto, debe entenderse como racismo. Resulta que un porcentaje muy alto de los citados robos de comida básica para comer fueron perpetrados por sudamericanos o rumanos. La explicación policial es muy clara. Los residentes contamos con una familia estructurada y un amplio colectivo de amistades que en los momentos de dificultad pueden ofrecernos su ayuda. En el caso de los extranjeros, al encontrarse solos en un país foráneo la situación se complica y las ayudas son muy escasas.

Los establecimientos de comida aumentan su vigilancia considerablemente, pero poco pueden hacer ante tal avalancha de robos. La sustracción de alimentos que no superan los 400 euros está catalogado en España como una falta de hurto. Es decir, que los agentes realizan un informe judicial y, en la mayoría de los casos, debido a la saturación de la justicia todo acaba con una multa simbólica en el mejor de los casos. En los próximos días se facilitarán datos estadísticos, pero es difícil concretarlos dado que el 90 por ciento de los pequeños hurtos no se denuncian.