El portero detenido, Paulo César Baptista. | Marco Torres

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Esta vez no hubo besos para la prensa, pero sí una mirada sin contemplaciones. Paulo César Baptista, el portero acusado del homicidio de Abel Ureña, llegó a los juzgados de Eivissa poco minutos después de las diez y media de la mañana. Cinco agentes de la policía le hicieron un pasillo de seguridad cuando nadie, salvo los periodistas, esperaban su llegada.

Hora y media después su declaración ante el juez Santiago Pinsach, la primera tras negarse a hacerlo cuando fue entregado en Eivissa el 7 de diciembre por la ausencia de su abogado, estaba conclusa. Baptista señaló que nunca quiso matar a Abel Ureña y afirmó que entró en cólera cuando, según su versión, lo vio dando un pase de droga a dos clientas del hotel discoteca y le informaron de que el camarero era el 'camello oficial' del establecimiento. Remarcó que esto le supo especialmente mal porque un hermano suyo había fallecido por culpa de la droga.

Fuga

El portero portugués, que ha contratado los servicios del abogado barcelonés Andreu Van den Eynde, no quiso dar detalles sobre cómo había obtenido la identidad falsa de José Pereira Sousa, nombre con el que entró en España eludiendo los más de seis años de cárcel que debe cumplir en Portugal por su relación con la Mafia da Noite. Baptista argumentó que por este motivo huyó tras la agresión. El 19 de agosto, sabedor de que existía un vídeo que no dejaba lugar a dudas, reconoció haber agredido a Abel Ureña. Sin embargo, relató que todo sucedió al ver un pase, abrirle la mano al camarero y ver dos billetes de 50 euros.

Despedido

Le dijo que iba a ser despedido pero -siempre según su declaración- se topó con un grupo de personas que le indicaron que Ureña contaba con este beneplácito internamente (con el desconocimiento de la empresa del hotel). Fue entonces cuando corrió tras él y le propinó un puñetazo que provocó el desmayo del camarero.

El abogado de la familia de Ureña, el letrado José Rofes Mediolagaray, conocido por los casos Banesto y Kepro y quién si atribuyó directamente al puñetazo el deceso, consideró descabellada esta versión. «Abel tenía un coche 15 años y 11.000 euros en su cuenta. Eso no corresponde a un traficante».