Isabel Cobos, en la puerta de su domicilio de la calle Pasaje 7 Picos con el cartel de se vende, esperando a sus familiares para iniciar la mudanza. | Alejandro Sepúlveda

TW
140

Isabel Cobos tiene 74 años, es vecina de la barriada de Son Gotleu y, desde hace unos años, su vida se ha convertido en una auténtica pesadilla.

«Cuando llegué al barrio, Son Gotleu estaba lleno de gente honrada, humilde y muy trabajadora. Hace unos años todo cambió. Los africanos se han apoderado de todo y vivir aquí es imposible. En mi bloque somos 18 vecinos, de los que tan sólo quedamos cuatro españoles. No se trata de ser racistas, pero son diferentes. No pagan la comunidad, no limpian, hay gente que vive sin agua y sin luz desde hace años. Tiran sábanas al wáter y lo atascan. Lo peor es que revientan las tuberías y la mierda sale a chorretones por las escaleras. Es una pesadilla», añade Cobos, visiblemente afectada.

Isabel, es una persona con recursos limitados. Dispone de una paga no contributiva de 300 euros y recibe la comida a través del sistema de ayuda a domicilio de la Cruz Roja.

«A mi edad se hace muy difícil tener que abandonar mi casa que tanto esfuerzo me ha costado conseguir, pero el médico me ha dicho que si sigo así me voy a morir en dos días. Estoy depresiva y no aguanto más», añade.

Hace dos años, Isabel, al igual que el resto de vecinos, tuvieron que malvivir durante más de un año sin agua. Emaya les cortó el suministro por impago. Tras una encarnizada lucha vecinal, consiguieron que la empresa municipal les pusiera contadores individuales y los enganchara nuevamente a la red. No obstante, aun están pagando una deuda de más de 12.000 euros correspondiente a los impagos de los vecinos morosos.

«El piso lo tengo en venta desde hace años y nadie muestra el más mínimo interés. Encima, desde que se montó el follón de los nigerianos, hay gente que no quiere oír hablar de esta zona de Palma. Yo quiero alquilar o vender y marcharme de aquí. Con mis 300 euros que cobro ¿dónde voy a ir?».

Isabel apela a la solidaridad de las instituciones y pide que estudien su caso. «Hace un tiempo, unos okupas entraron en el piso de aquí delante y, a los dos días, se fueron porque no aguantaban vivir aquí. Imagínate, ni los okupas aguantan. Estaban en el baño y, de repente, se les cayó el techo encima.», concluye.

Los problemas de convivencia se multiplican. Cuando hemos accedido a la vivienda de Isabel para realizar el reportaje nos encontramos la puerta de la entrada sin cerradura ni cristales, bolsas de basura esparcidas por la entrada, trozos de baldosas por los suelos y verjas metálicas, en lugar de puertas, en algunas viviendas. En el bloque hay muchas familias que viven sin agua y sin suministro eléctrico.