La policía aparta del coche en llamas una furgoneta para que no resulte alcanzada. | Vasil Vasilev

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Hay muchas maneras de divertirse un viernes noche en Palma. Unas, son las más habituales: fiestas, copas y amigos. Otras, las menos, son incendiarias. Y delictivas: como convertirse en pirómano ocasional. O tomarse al pie de la letra lo de quemar la noche.

Sobre las doce y media un coche estacionado en la calle Indalecio Prieto, junto al puente que enlaza Son Gotleu con Es Rafal, quedó envuelto en llamas. Era un turismo de unos tres años de antigüedad y los primeros policías que llegaron al lugar descubrieron que el fuego era intencionado por un detalle: el siniestro había empezado en el maletero.

Justo al lado se encontraba estacionada una furgoneta de una empresa y los policías tuvieron que romper el cristal para quitar el freno de mano y moverla. Las llamas del otro coche se había extendido de tal forma que existía el riesgo de que la furgoneta también ardiera.

Los bomberos arrojaron grandes cantidades de agua sobre el coche, pero no pudieron evitar su destrucción total.

El Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Local montaron un operativo especial por esa barriada palmesana, e identificaron a varias personas. Sin embargo, el pirómano consiguió eludir el cerco.

El único consuelo que le queda al dueño del coche es que los pirómanos son reincidentes. Y al final siempre acaban cayendo. Quemándose.