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La Fiscalía reclama un total de 96 años de prisión para un médico acusado de abusar sexualmente de sus pacientes, una de ellas menor, fotografiarlas y grabarlas aprovechando la confianza que éstas depositaban en sus consultas, para luego almacenar las imágenes en un ordenador y visionarlas en su domicilio. Unos hechos por los que se le imputan 31 delitos de abuso sexual y otros 27 contra la intimidad y por los que se sentará en el banquillo de los acusados el próximo lunes y durante toda la semana.

En concreto, el Ministerio Público solicita dos años de cárcel por cada uno de los delitos, una multa de 2.400 euros y que indemnice con 3.000 euros a cada una de las perjudicadas. También pide que al acusado se le prohíba aproximarse a ellas a menos de 500 metros y comunicarse por cualquier medio con sus presuntas víctimas durante un plazo de seis años.

El juicio arrancará a las 9.15 horas de este lunes en la sala del jurado de la Audiencia Provincial con la declaración del acusado, al que seguirán la de los distintos testigos y la prueba pericial, para finalmente ser expuestos las conclusiones y los informes finales de las partes.

En su escrito de calificación provisional, la acusación pública señala que el inculpado, Javier P.O., quien ejerció entre 2204 y 2008 de médico especialista en otorrinolaringología en la Clínica Rotger de Palma, conminaba a las pacientes que acudían a su consulta aquejadas de problemas de distinta índole a que se desnudaran y se tumbaran en una camilla, donde les hacía que se pusieran unas gafas opacas a fin de que no pudieran ver nada y ocultando con ellas sus verdaderas intenciones.

De este modo, con ánimo libidinoso y mediante actuaciones que no tenían ninguna finalidad médica, según la Fiscalía, el acusado les colocaba unos esparadrapos que les sujetaban los brazos y las piernas para dificultar su movilidad y cualquier oposición así como para disimular los tocamientos que ejercía sobre ellas, y que también les ponía debajo del sujetador, del pecho, en el pubis, las manos, la cadera, los tobillos, la espalda y encima de los glúteos.

A continuación, el médico realizaba movimientos bruscos sobre las pacientes para lograr que las zonas íntimas quedaran al descubierto y poder así fotografiarlas y grabarlas. En esta posición, con una aguja les pinchaba por todo el cuerpo con la intención de disimular la pretensión de sus actos. A una de ellas llegó presuntamente a decirle que muchas pacientes se negaban a desnudarse por el hecho de tener que quedarse en ropa interior, a lo que la mujer le respondió que él era médico y que «si lo consideraba necesario y le ayudaba a curarse, accedería».

El acusado, durante los cuatro años que ejerció su profesión en la Clínica, siguió los mismos patrones con cada una de las pacientes afectadas, ninguna de las cuales tuvieron conocimiento ni dieron su consentimiento para que fuesen grabadas y fotografiadas desnudas o semidesnudas.