Una de las mujeres que estuvo en el piso de acogida. | Víctor Malagón

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Comida y agua racionadas y bajo llave, gritos constantes, incluso de madrugada y una obsesión por cada euro era el clima en el que vivían las mujeres acogidas en el piso cuyo gerente está imputado por coacciones y delitos contra la integridad moral. Una de las mujeres que residieron allí durante cerca de ocho meses, relata una sensación de temor constante por la figura del gerente. «Pasé miedo durante el tiempo que estuve en la casa, lloraba cada noche y tenía hambre».


Esa situación de temor consta también en la denuncia presentada por las mujeres ante el Cuerpo Nacional de Policía. En ella se refleja que no plantearon antes la situación por temor a que les echara de la casa. «A una de las mujeres le dijo que se tenía que ir a las once de la noche un día», cuenta la ex residente, que vivía en la casa con dos de sus hijos. «Tengo un parte médico que dice que mis dos hijos tenían anemia».


El control de la comida era una constante en el piso de acogida. «Nos decía que no gastáramos, cada día controlaba qué faltaba en la despensa. Sólo podíamos tomar un vaso de agua al día», cuenta. La mujer también enseña una receta de su talonario con dos medicinas para él: «Me hacía ir a menudo», dice. También, señala que les hacía buscar alimentos y que quería vender ropa que voluntarios habían aportado al piso. «A mí, un día me llamó y me dijo que tenía que vender el carrito de bebé. Le dije que no, que era un regalo que me habían hecho las chicas y se enfadó mucho conmigo. Me gritó». Los gritos y las broncas están en el grueso de los episodios que cuenta la mujer. «Llegaba a entrar de madrugada, a la una de la noche, en nuestros cuartos para decirnos que tenía que hablar con nosotras y reñirnos por cualquier cosa, si no habíamos cerrado con una pinza el paquete de arroz, o si no habíamos limpiado bien», cuenta.


El episodio que más ha chocado a la mujer fue la fiesta que organizó una noche en la que varios hombres se desnudaron. «Quiso que fueran mis niños, porque no se podían quedar en la casa. Le dije que estaban cansados después de todo el día, pero me hizo llevarlos», señala.


La consellera de Afers Socials, Fina Santiago, explicó ayer que se reunió con las mujeres después de que presentaran una queja en el mes de agosto y que dan una «alta credibilidad» a su denuncia. El Govern apunta que concedió una subvención a la Federación de Asociaciones de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales para gestionar un piso de acogida para mujeres en riesgo de exclusión. En total se destinaron 99.000 euros al proyecto, que obtuvo una alta puntuación técnica sobre el papel. En el mes de junio se recibió una primera queja, a la que siguió otra por parte de las mujeres en julio de este año. Según la consellera, una semana después las mujeres habían sido llevadas a otros pisos. «Cuando hubo quejas, la administración actuó», señala. Santiago subrayó que cada año se conceden multitud de subvenciones a entidades que hacen «un excelente trabajo».


La asociación


La presidenta de la asociación que gestionaba el piso, Amantine, niega de forma tajante lo ocurrido. «Todo es completamente falso y no hay ninguna prueba que lo demuestre». Desde la asociación se explica la denuncia en un conflicto entre la coordinadora del centro y el gerente. «Ella gestionaba mal y tenía que controlar lo que gastaba constantemente», señalan. A esto se une que la casa cerró por el fin de la subvención y que las trabajadoras se quedaron en la calle. El gerente, la persona denunciada por coacciones y delitos contra la integridad moral, declinó ayer dar su versión sobre lo ocurrido en el piso: «No me encuentro bien, me ha afectado mucho lo ocurrido». La asociación Ben Amics, se desmarcó ayer de la federación y aclaró que nunca ha forma parte de este organismo.