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Desde que la crisis afectó severamente a nuestro país, hemos utilizado métodos muy diversos para obtener dinero. Desde hace ya un tiempo existe una forma de ganarse la vida o simplemente para obtener unos ingresos extra manchándose un poco las manos. Un trabajo difícil y duro en el que existe una barrera muy cercana entre lo legal e ilegal y donde el cobre tiene el máximo aprecio.

La recogida de metales se ha convertido en un oficio para muchos, tanto para los que los recogen como para los que los reciclan. Sólo existe un problema, el robo y sus consecuencias posteriores. En el caso de la ilegalidad a veces suceden daños colaterales. Tal y como sucedió en Son Valentí hace un par de días. Un par de personas provocaron un serio incendio al robar cobre y ponerse a quemarlo para que el metal perdiese la identidad y fuese más fácil venderlo.

Son estas las personas que le irritan a Pedro, un antiguo camarero, de 50 años, y dos hijos. Vive solo en una casa abandonada en el Molinar y se levanta cada mañana con tres cervezas y en ayunas recorre toda la zona del polígono de Son Castelló-Son Rullán, hasta última hora de la noche, para recoger todo tipo de metales y venderlos a las empresas de reciclaje. «Ya son cinco morenos, dos chinos y un rumano que se dan vueltas por el polígono igual que yo. Antes estaba bien pagado y la competencia era menor, ahora apenas tengo diez euros en el carro» comenta Pedro.

Valor

Cada metal tiene su valor específico: 4 euros/kilo el cobre puro, 2,3 el latón, 1,6 el cobre con plástico, por último el acero a un euro el kilo.

A Pedro, lo despidieron y como él ya son muchos los que intentan ganarse la confianza de las empresas del polígono para poder recoger todo tipo de metales sin necesidad de robarlos. A pesar de eso el indigente nos explica que ha tenido problemas con los gitanos y los rumanos. «Se apoderan de todo e incluso la gente les dice que no cojan eso y cuando te das la vuelta lo roban», concluye.

Otro caso es el de Gloria, ha llegado por la mañana a 'Metales Pérez' con el coche cargado de cable cobre que tenía en una finca y que no utilizaba. En un momento, lo pesaron, lo etiquetaron y le dieron veinte euros por todo. La mujer trabaja como payaso en los hospitales pero se saca un dinero con la recogida de metales. «Una vez , a una amiga le robaron todas las griferías, tubos y cable de su casa en menos de un día» cuenta Gloria.

Por otro lado tenemos al señor Pérez, un comprador de metales que tiene una empresa desde hace cinco años donde los recicla.

Cámaras

Ha instalado cámaras en varios puntos de la empresa para poder poder fichar a los clientes y para facilitar su identidad a la policía en caso de que traigan material robado. También pide documentación a todos los clientes y guarda el material durante 15 días por si fuera robado y la policía estuviese buscándolo «Yo no compro cobre quemado, de esta forma no facilito a los ladrones el negocio, el cobre quemado es imposible identificarlo, a veces rechazo clientes sospechosos» comenta el comerciante. En su taller viene todo tipo de gente, incluso empresas que padecen la crisis y venden todo tipo de material. «Una vez vendí 20 céntimos de hierro, imagínate como esta el tema» añade el empresario.

Pérez intenta facilitar el trabajo a los que lo necesitan. A los sin techo, que buscan en la basura, les paga un poco más, incluso les deja guardar sus herramientas y su material dentro de la nave. Pero la dura realidad es que el cobre ilegal circula sin cesar por todas estas empresas debido a su gran dificultad de control y sobretodo porque no estamos en la mejor época para rechazar nada y todo tiene un precio venga de donde venga, sea lo que sea.