El interior de la casa de Alejandro en Muro. | ALEX SEPULVEDA

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Tan dramático como surrealista. Cada día que pasan se conocen nuevos detalles de la agonía y muerte de Ana Niculai. Ayer trascendió que el presunto asesino, un preso con delitos sexuales que se fugó durante un permiso de fin de semana, cruzó dos veces de Palma a Muro con la joven rumana atada en la parte trasera del Audi A4. Sin que nadie lo detectara.

La declaración de una veterana prostituta extranjera del barrio chino de Palma ha permitido saber a la Guardia Civil que el lunes, el día del secuestro de Ana, Alejandro de Abarca Barnet, el presidiario, aparcó a las 15.30 horas en las inmediaciones de la calle Socorro. La mujer vio a Ana atada en los asientos traseros del Audi A4, no en el maletero. Estaba viva, pero la mujer tuvo miedo de denunciarlo ese día, porque conocía el carácter violento del preso fugado y no habló con un policía nacional hasta el martes. Entonces ya era tarde y Ana estaba muerta.

De la reconstrucción de los hechos se desprende que el preso fugado, el lunes por la mañana, robó una bicicleta cerca del barrio chino y consumió algunas cervezas. Sobre las siete y media se cruzó con Ana, que entraba al volante de su Audi A4 en el aparcamiento de Jeroni Pou. Las cámaras de una sucursal bancaria próxima recogen la llegada de la rumana. Minutos después, cuando el coche sale, el que conduce es Alejandro de Abarca.

Tres horas después los dos llegan a Muro, ella presumiblemente maniatada. A las once él se para en un bar de esa localidad y toma otra cerveza. Hasta las dos, cuando el Audi es visto dando bandazos en Santa Maria, se le pierde la pista. A las 15.30 horas vuelve al barrio chino de Palma, donde la prostituta repara en Ana, aún moviéndose. Después vuelve a subir a Muro y los agentes creen que la lleva a su casa, una precaria construcción cerca de s'Albufera, al lado de la depuradora.

Lo que ocurre allí es todavía una incógnita, aunque los investigadores barajan la posibilidad de que abusara de ella y después decidiera matarla. A continuación, ya acabando la tarde, Alejandro buscó un lugar donde deshacerse del cuerpo y, sobre todo, de las huellas que había dejado, que eran muchas. Pinchó con el Audi en un tramo cerca del camí de s'Amarador y, tras cambiar la rueda delantera, compró los 5 litros de Súper 95 y quemó el vehículo, con Ana ya muerta en el maletero. Luego empezó su frenética huida, que seguía al cierre de esta edición.