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Se trate de la Policía Nacional, de la Guardia Civil o de la Policía Local -en aquellos tiempos pretéritos en los que también entraba en Son Banya- en todas las redadas en el poblado siempre se repiten dos constantes: la maquinaria de los 'narcos' sigue en marcha, aunque tocada, y la operación se desarrolla entre rumores de 'chivatazos'.
Y la del jueves por la noche no fue una excepción. El operativo policial, con 130 agentes, fue espectacular, y su ejecución modélica, pero ayer mismo se seguía vendiendo cocaína, heroína, marihuana y otras sustancias en las chabolas supervivientes. Son Banya es como un gato. O como diez, porque tiene 70 vidas.
Puede parecer desesperante, pero el asunto no tiene misterio. A cada 'narco' detenido le sustituye otro, el mismo día. A cada clan desmantelado le sucede uno nuevo, al instante. Como un ejército con recursos humanos ilimitados.
La discreción tampoco suele ser el fuerte policial. Ni beneméritos ni nacionales consiguen tomar el poblado sin que, muchas horas antes, numerosos periodistas y otros ajenos al operativo estén informados. Y si puede saberlo un reportero, ya se pueden imaginar un traficante gitano, que tiene contactos en los lugares más insospechados.
La reflexión, pues, es obligada: ¿Hay que seguir arañando el engranaje de los 'narcos' o es posible asestar un mazazo definitivo? Me temo que para asegurar la segunda opción haría falta un portaaviones yankee. Y mucha suerte.