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Descamisados, sucios y con una tremenda resaca. De esta guisa comparecieron ayer ante el juez de guardia de Palma diez 'hooligans' británicos que en la madrugada del viernes al sábado protagonizaron una batalla campal en Punta Ballena, Magaluf.

En las últimas semanas están llegando al municipio de Calvià grupos de ingleses que celebran despedidas de soltero o fiestas de un fin de semana en Mallorca. Su estancia en la Isla, pues, se reduce a noches interminables de copas y excesos. En ese estado no es de extrañar que la situación se les fuera de las manos. La primera pelea multitudinaria se registró en el bar Red Lion y la segunda en el Big Dog. Destrozaron mobiliario y los grupos enfrentados salieron a la calle, donde siguieron arrojando mesas y sillas contra los rivales. La violencia se propagó como la pólvora y desembocó en tres peleas distintas, que acabaron en una sola. La primera dotación de la Guardia Civil que llegó a Punta Ballena fue la que se llevó la peor parte: los ingleses estaban tan violentos como beodos y algunos de ellos eran de un físico temible. Atacaron a los agentes con todo lo que encontraron y lesionaron a dos de ellos. Intentaron volcar el jeep del Cuerpo y le fracturaron las lunas. Era una batalla campal al más puro estilo Punta Ballena años noventa. Los efectivos policiales en apuros solicitaron refuerzos urgentes y los guardias civiles que llegaron cargaron contra los 'hooligans' con porras. Durante media hora aquella calle de Magaluf se convirtió en el lejano oeste mallorquín, hasta que finalmente diez de los alborotadores fueron arrestados. Todos ellos ofrecieron tenaz resistencia y la mitad perdió la camiseta, que había quedado reducida a cuatro jirones.