El exdeán de la Seu Teodor Suau posa para esta entrevista. | T.Ayuga

Este mismo año, Teodor Suau dejó su cargo como Deán-Presidente del Cabildo de la Catedral de Mallorca. Lo hizo porque ya había alcanzado los objetivos que se había marcado    y bien orgulloso de la labor cumplida. Al frente del templo, con una visión del mismo abierta, moderna y plural, mossèn Suau ha revitalizado culturalmente el espacio más emblemático de Mallorca, a través de la apertura de las terrazas de la Seu a la ciudadanía, el encuentro de sibil·les del año pasado o la reflotación de la música en el templo a través de poner a Joan Company al frente de la Capella. Por todo ello, este diario le hizo entrega del Siurell de Plata al Valor Cultural.

¿Cómo recibe este premio?
—Con sorpresa porque creo que hay muchas más personas más interesantes que yo y con satisfacción porque nunca me habían dado un premio antes.

El galardón reconoce su labor cultural en la Seu, ¿cuál ha sido su enfoque?
—Soy de una generación de curas para los cuales el valor cultural de la lengua, el patrimonio, los valores mallorquines son fundamentales. Durante toda mi vida ha sido un factor muy importante y mi enfoque ha sido ser sensible a lo que representa esa palabra, cultura, que es la suma de los valores que nos identifican como pueblo y seres humanos.

¿Cómo lo ha traducido en su hacer al frente de la Seu?
—Participando muy activamente en todas las circunstancias y eventos que me han parecido relevantes y escribiendo un montón de libros en mallorquín por opción, porque escribir en mallorquín es amor de patria.

¿Cómo llegó a la Seu?
—Cuando me hice cura jamás pensé llegar a la Seu y ha sido un sucesivo e intenso descubrimiento de lo que es este edificio como seña primera de identidad del pueblo mallorquín, como un lugar donde está nuestra historia. Ha sido un largo aprendizaje y un progresivo enamoramiento.

Es un punto neurálgico de la Isla.
—Lo es y te das cuenta al hablar de ella.Toda persona que entra en la Seu, desde el que comulga al que solo hace una foto, se lleva una experiencia de la trascendencia. No queremos que sea solo un museo. Todo aquel que viene se va cambiado.

La apertura de las terrazas fue una gran decisión, ¿cómo se tomó?
—Lo decidió el deán Joan Bauzà, que había oído hablar de experiencias similares, y fue un proceso largo. Sabíamos que había muchos mallorquines que ni habían pisado laSeu y ha sido uno de los proyectos más ambiciosos y espectacularmente bien recibido por la gente.

Otro objetivo cumplido fue el de dotar de gran importancia a la música en el templo.
—La reflotación de la música era una de las grandes metas. Siempre ha habido un maestro de la Capella y lo último de mi mandato antes de dimitir fue la reestructuración de la música en la Catedral. Poner a Joan Company al frente de la Capella le ha dado a las celebraciones una espectacularidad impresionante.

¿Hay algún otro proyecto cumplido del que se sienta especialmente orgulloso?
—El de laSibil·la. Hicimos un festival, vinieron de toda la zona mediterránea, de València, deBarcelona, y fue un espectáculo. Cada cual cantó y escenificó a su manera y la Catedral estaba superllena. También hicimos un simposio sobre la capilla de Barceló, conferencias, o la gestión del Museu d’ArtSacre, que lo gestionamos nosotros.

¿Cómo ha sido el impacto del turismo?
—Ha sido algo brutal, un antes y un después, y son retos que hemos tenido que aprender. El turismo ha sido una destrucción radical de una forma de vida que no ha sido sustituida todavía, pero no hemos de perder el objetivo. La pandemia, por ejemplo, fue otro reto y lo supimos llevar. La vida cambia y la Seu ha de cambiar con ella. Las preguntas nuevas requieren respuestas nuevas.

¿Queda algo por hacer?
—Hay un objetivo siempre presente: que la Catedral crezca. Es la seña de identidad de Mallorca y su equipamiento cultural ha de estar al servicio de la sociedad como expresión de arte y culto evangelizador. Que continúe presente y busque nuevos retos, y pueda mantener su estructura física y psíquica como elemento a tener en cuenta. Que venga gente al templo porque quieran ir a misa, sí, pero que vengan también otros a pesar de que es un templo. La Seu es un lugar para celebrar y no solo para rezar. Es demasiado grande y tiene demasiadas distracciones, pero soy un gran defensor de la libertad y de que cada persona que venga se lleve aquello que estaba buscando.