Ha comentado que el país en el que más cómoda se siente es España, ¿sigue siendo así?
Sí, lo considero mi segundo país. Tengo vínculos especiales ya que parte de mi familia es de España, por lo que tengo raíces españolas, y viví cuatro años allí. De hecho, todos los días tengo vínculo con el español y la cultura española en mi trabajo porque lo traduzco. Podría decirse que España forma parte de mi vida cotidiana.
¿Cómo afrontó la labor de traducir El infinito en un junco?
Fue algo muy interesante. He traducido mucha ficción, no tanto ensayo, y era una de las primeras veces que me pedían traducir un libro tan importante, de unas 500 páginas. No dudé en hacerlo porque cuando lo leí sentí inmediatamente que no era un ensayo más, había una voz, una música en él, que denotaban la presencia de una autora verdadera. Una escritora real. Además se puede leer como una novela y no es tan distinto de traducir a Irene como a Almudena Grandes, por ejemplo. Tiene un gran universo, una gran labor pedagógica y las ideas muy claras.
¿Mantuvo el contacto con Vallejo mientras traducía la obra?
Contacté con ella después de la primera versión con una lista de preguntas. Suelo trabajar así porque cuando traduces estás muy sola con el texto y así podemos intercambiar impresiones.
Ha comentado que el libro tiene una música especial, ¿a qué suena la música de Irene Vallejo?
Es una canción muy dulce, fácil de entender. Para ella es muy importante que el lector capte lo que quiere decir, por lo que no complica las cosas, y hay que respetar ese idioma y su manera de expresar su pensamiento.
Gadamer decía que hay que tener coraje para traducir libremente y no sentirse limitado por el texto original para poder decir no lo que dijo el autor, sino lo que quería decir, ¿como traductora está de acuerdo?
Llevo 25 años haciendo esto y sigue siendo mi gran interrogante. Hay dos escuelas, por simplificar: los que son fieles al texto original y los que lo traicionan. Yo creo que depende mucho de lo que traduces. Con algunos autores me tomaré unas libertades que con otros no, porque lo importante es cómo va a ser el texto en francés y hay que hacer lo posible para que sea comprensible.Eso a veces pasa por una cierta infidelidad. Para restituir una voz escrita no se puede dejar de traicionar esa misma voz. En cualquier caso, creo que los mejores traductores son los escritores, porque nadie mejor que ellos para restituir una voz en otro idioma. Ellos ya lo hacen al crear sus propios libros.
La conferencia gira en torno a La memoria de las palabras, lo que Vallejo trata desde su vuelta al origen de los libros en El infinito en un junco y usted desde su origen familiar en Tres días en Orán, ¿es necesario siempre tener presente el origen?
No me gusta dar lecciones ni generalizar, creo que la gente puede hacer lo que quiera, pero en mi caso concreto fue muy importante en mi vida. No sería ni la escritora ni la mujer que soy si no hubiera viajado a los lugares de mi familia. Para ciertas personas es fundamental esto, pero para otras no tanto. A mí me obsesiona el tema de la memoria, la identidad, y creo que tanto a Irene como a mí nos une a través de nuestras obras.