Orgullo troyano

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La aparición de la formación política Som Mallorca ha removido conciencias. Son embrionarios, débiles e incluso confusos respecto a sus objetivos finales. Pero demuestran hocico e instinto. «Tenemos derecho a existir como pueblo», ha dicho su portavoz, Joan Lladó, el cual ha alertado del desbocado crecimiento poblacional. La identidad, cultura y lengua propias, ocho veces secular, van directas hacia el precipicio de la desaparición.

«Mallorca es un ser vivo que está enfermo. Tenemos derecho a existir», afirma Som, que explica como el expolio fiscal, el dinero que se marcha a Madrid para no volver, se acerca a los 5.000 millones anuales.

Los mallorquines contemplan ante sus ojos el enorme dilema, la eterna lucha a la que tarde o temprano se ven abocados todos los pueblos amenazados. Tienen que elegir entre la resignación ante el expansionismo castellano o resistir en nombre de la supervivencia, en homenaje a las cenizas de sus padres y en honor a las almas de sus hijos.

En panorama es crudo. Los partidos identitarios actuales están peleados entre sí, incapaces de entenderse. Y alguno pulula como una peonza, encerrado en sí mismo, controlado por una camarilla incapaz de ver más allá del ombligo. De ahí que nazca Som.

Los isleños sufren el complejo troyano. O son capaces de unirse de manera transversal o su civilización está sentenciada. Recordemos ‘La Iliada’, recordemos a Homero: «Ningún hombre o mujer, nacido cobarde o valiente, puede eludir su destino». Esa fue la llamada a la resistencia formulada hace 2.500 años. Es preciso hacer piña y superar las capillitas de intereses para salvar a este pueblo.

Y volvamos a Homero cuando narró la lucha troyana: «Que la gente diga, cuando regreséis del combate: Aquí hay un hombre mejor de lo que fue su padre… Y en el fragor de la pelea recordad los nombres de los que estuvieron a vuestro lado, porque ellos son vuestros verdaderos hermanos»