¿Hay alternativas al turismo?

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El 27 de agosto de 2022 iniciaba mi colaboración en Ultima Hora con un artículo que titulaba Agotadas las localidades. Me refería a que difícilmente cabían más turistas en las islas. Me equivoqué, en estos años han cabido muchos más y seguimos planteándonos como combatir la masificación del turismo sin dar con la tecla adecuada.

No soy un experto en la materia, pero sufro las consecuencias de la masificación y pienso que en el marco de la lucha contra el cambio climático habrá que tomar decisiones importantes que afecten al sector turístico. Me dirán que soy otro más que viene con la varita mágica. No, solo quiero reflexionar e invitar a hacerlo.

En la década de los 80 del siglo XX las grandes industrias españolas tuvieron que reconvertirse debido a la globalización y a la competencia. Los astilleros españoles no podían competir con los coreanos que eran más baratos. Las siderurgias de Felguera, Sestao, Barakaldo o Sagunto no podían competir con el acero indio. Las fábricas textiles no soportaban los precios del sudeste asiático hasta que se deslocalizaron a China y otros países. Y así sucesivamente. Hubo que tomar medidas drásticas y muchos trabajadores perdieron sus empleos o tuvieron que aceptar otros no cualificados.

El turismo europeo conoció su increíble auge en dos fases. La primera, en los años 60 del siglo XX con la introducción del avión a reacción o de turbina, sustituyendo al avión de hélice. Eso permitía llegar al sur de Europa desde los destinos nórdicos sin escalas. La segunda, ya en el siglo XXI, con la introducción del low cost que abarataba precios y convertía el turismo en un transporte masivo. Además, con internet cada turista podía organizarse su viaje buscando las opciones más baratas.
No podemos estar diciendo siempre que el sector turístico es intocable, que no hay alternativa. El comercio tuvo que aceptar primero la aparición de los grandes almacenes y los hipermercados y posteriormente de las ventas online. Quizás el turismo tiene que sufrir transformaciones radicales, primero para desarrollarse armónicamente y después para no destrozar masivamente aquello que quiere ofrecer a los turistas como atractivo y que empiezan a ser unas ciudades invadidas, unos parajes maravillosos ahora deteriorados y unas infraestructuras colapsadas.

No basta con mantener cifras, hay que reducir la oferta de vuelos y la oferta de alojamientos por el bien del turismo y por el bien del planeta. Si para ello hay que reconvertir, estúdiese el modo y el camino pero hágase.

Las Baleares no serán nunca lo que fueron hace 50-40 años, pero intentemos que sean un lugar donde la calidad de vida sí sea la misma de hace 40 años. Algo que las próximas generaciones puedan disfrutar con un turismo seleccionado.