Josep M. Llauradó
Josep M. Llauradó

Profesor y escritor

El trikini

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En este recién iniciado verano, uno puede ver por las playas de Es Molinar o de Ciutat Jardí cómo los trikinis compiten ya casi en igualdad de condiciones con los bañadores más clásicos y elegantes, que son los que me gustan más. De hecho, mis predilecciones estéticas se han inclinado desde siempre por los trajes de baño que portaban nuestros tatarabuelos. De aquel mundo playero hoy ya del todo extinguido me fascinaban también el colorido de las casetas y la variedad de los sombreros, los trajes o los vestidos que se llevaban.

Cuando de joven veía imágenes de aquella época, una de las cosas que invariablemente llamaban también mi atención era que los palmesanos solían ir más abrigados en aquellos veranos costeros de inicios del siglo XX que nosotros ahora cuando llega el invierno. Yo mismo, sin ir más lejos, en diciembre solo llevo camisa, sandalias y pantalón. Como hoy. Nada más. Hecha esta pequeña salvedad, de nuestros tatarabuelos me encantaba también la compostura y la distinción con que posaban para los fotógrafos sobre la arena.

El único reparo que pondría a esos posados pioneros sería que eran quizás extremadamente recatados, aunque también es verdad que hoy pecan tal vez por exceso los que podemos ver en las redes. Personalmente, he de decir que no he sido nunca muy playero. Quizás ese sea el principal motivo por el que me gusta más ir a la costa en otoño o en invierno que en verano. Adoro el sol tamizado y la luz otoñal, o esa serenidad y quietud como de otro tiempo, casi decimonónica. Siempre he sido, lo reconozco, un poquito decadente.