Abderrahim Ouadrassi
Abderrahim Ouadrassi

Presidente de Fundación EuroAfrica

Se llama Zohran Mamdani

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Desde Nueva York, donde nació el Trump magnate, el Trump presidente, y ahora el Trump vendedor de perfumes y zapatillas doradas, también surge una figura que podría cambiar el rumbo de la política estadounidense: Zohran Mamdani. Su reciente victoria en las primarias demócratas para la alcaldía de la ciudad más influyente del país no solo representa un triunfo electoral. Es el anuncio de algo más profundo: una transformación.

Mamdani no responde al molde clásico del político. Es hijo de la cineasta india Mira Nair, autora de La boda del monzón, y del intelectual africano Mahmood Mamdani, referente mundial en estudios poscoloniales. Su biografía mezcla Uganda, la India, Nueva York y una sólida formación política forjada desde la base. Activista, organizador, musulmán, millennial y neoyorquino. El anti-Trump perfecto.
Mientras el presidente convierte la política en teletienda –vendiendo perfumes con su nombre, móviles bañados en oro y zapatillas a 400 dólares– Mamdani ha devuelto al electorado una idea olvidada: la política puede servir para algo más que entretener. Puede cambiar vidas.

Su campaña ha sido un manual de organización popular: alianzas entre jóvenes, inmigrantes, sindicalistas, activistas climáticos, y comunidades marginadas. Lejos de los despachos y de los donantes habituales, construyó una red de barrio, mezquita, aula universitaria y TikTok. Una coalición que habla más de la Nueva York real que de la postal.

Y es que Mamdani no ofrece un sueño vacío. Habla de vivienda digna, acceso a la sanidad, protección a los trabajadores, transporte público accesible y justicia racial. En un país donde la política se ha vuelto espectáculo, él ha optado por la realidad. Y la ha hecho inspiradora.

En contraste, el trumpismo ha alcanzado una dimensión casi grotesca. Trump vende productos con su marca como si fueran símbolos sagrados. Durante meses, organizó cenas con millonarios, promocionó criptomonedas y prometió un país al servicio de sus negocios. La revista Newsweek lo definió con acierto: «Trump ya no hace política; vende teletiendas desde la nostalgia».

Zohran Mamdani, en cambio, escucha. En vez de posar, organiza. En vez de dividir, convoca. Y en ese gesto reside su fuerza.

No puede aspirar a la presidencia: no nació en Estados Unidos. Pero su figura representa algo más potente que una ambición personal. Representa el retorno de la política con sentido. La que se construye en colectivo, en asambleas, en calles, en protestas. La que no se maquilla con márketing, sino que se nutre de principios y memoria.

¿Puede gobernar Mamdani? ¿Puede convertir esta victoria en algo más que una nota de color para la prensa progresista? ¿Puede su historia –mitad Bollywood, mitad Bronx– convertirse en un modelo nacional? Algunos ya se lo preguntan. Otros ya tiemblan.

Lo cierto es que, en un país que ha convertido el espectáculo en política, Mamdani ha hecho de la política algo digno de ser contado. Y en esa historia –mezcla de cine, activismo y utopía concreta– se filtra el espíritu de otro neoyorquino eterno, Malcolm X, que también conoció la cárcel, la exclusión, la fe, el exilio y el regreso. Que también habló de dignidad y comunidad, antes de ser silenciado.

Zohran Mamdani no puede, por ley, aspirar a la presidencia de Estados Unidos. No nació en suelo americano. Pero si continúa este camino, podría cambiar para siempre la pregunta más importante: ¿quién tiene derecho a soñar en América?

La respuesta, como tantas otras veces, viene de Nueva York.