Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Vergüenza

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Se ha celebrado en Sevilla una de esas cumbres que dan más vergüenza ajena que otra cosa. La excusa esta vez era la cooperación, el objetivo real provocar una lluvia de millones sobre la capital andaluza y, quizá, ponerle un barniz de relevancia a un Pedro Sánchez en sus horas más bajas. Todos sabemos que estos encuentros son una inmensa estafa. Habitualmente no se alcanza ningún acuerdo importante y el gasto en despliegue de seguridad y logística para albergar y complacer a medio centenar de jefes de Estado y de gobierno es desorbitado.

Pero se hacen cada dos por tres. Con el despilfarro, la contaminación y la vergüenza que suponen. Aquí el presidente español ha garantizado, en nuestra habitual línea monjil de los socialistas –aunque el PP sigue la misma política misionera– que el 0,7 % del PIB nacional se destinará a cooperación. Un concepto que nunca he entendido bien. Porque ese dineral se va hacia países que no son pobres en absoluto, sino que viven bajo dictaduras monstruosas, regímenes corruptos y mafiosos y otras formas de esclavitud. Sus inmensas riquezas naturales las explotan compañías extranjeras y la clase dominante, que hace lo mismo con ese dinero que les mandamos como gesto de caridad.

Un ejemplo palpable es Suazilandia, cuyo monarca absoluto ha estado presente en esta cumbre sevillana. Un degenerado que acumula 16 esposas, la última de 22 años –él tiene 57–, todas ellas viviendo a pleno lujo cada una en su mansión, y mantiene una flota de coches de lujo que cuestan quince millones de euros. Es el rey de un pequeño país del África negra donde la mayoría de la población es pobrísima y sufre la mayor incidencia de sida del planeta. ¿A este le tenemos que mandar dinero?