Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Emperador

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Donald Trump se ha paseado por la cumbre de la OTAN como el sheriff lobo, casi casi pistola al cinto, señalando a este y al otro sus deberes de obligado cumplimiento sin posibilidad de rechistar. A todos nos resulta chocante y ridículo que exista algo parecido a un emperador del mundo que hace y deshace a su antojo, imponiendo nuevas reglas del juego cuando le apetece, mientras a su alrededor jefes de Estado y de Gobierno se arrodillan y cumplen, por más disparatadas que sean las exigencias o el nuevo capricho. La imagen es digna de un cómic, pero en la vida real, lejos de la teatralización de los políticos, las circunstancias no son muy diferentes.

Dicen que el mundo va a dar un giro copernicano en cuanto la IA empiece a hacerse cargo de las cosas. La batalla en su desarrollo es a muerte y ahí es donde tecnológicas norteamericanas y chinas se baten en duelo. Europa, como ya es tristemente habitual, no pinta nada. No solo hemos dejado nuestras redes sociales -que al final solo son herramientas de entretenimiento y márketing- en manos de las poderosas empresas estadounidenses, también nuestros negocios, comunicaciones y quién sabe cuántos otros asuntos cruciales que desconocemos.

Desde el entretenimiento doméstico al correo electrónico o la simple tarea de buscar información en internet, la capacidad de transmitir contenidos a través de YouTube, Instagram o Facebook, el comercio electrónico y tradicional on line… prácticamente todo lo lleva la industria estadounidense. Salvo Tik Tok, Telegram y alguno más, dependemos de forma dramática del país de las barras y estrellas. No es raro que su presidente se sienta como un dios, capaz de moldear nuestras vidas. Es que lleva muchos años haciéndolo.