Julio Martínez
Julio Martínez

Economista y exregidor de Cort

Habla, pueblo, habla

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Los socios del sanchismo se han mostrado tradicionalmente favorable a consultar a la ciudadanía sobre cuestiones como el referéndum de independencia en Cataluña o el modelo de Estado. No dudaban en acusar de antidemocráticos a quienes sostenían que tales votaciones no tenían encaje en la Constitución, defendiendo que, si era necesario, se podía reformar la Carta Magna, pero no vulnerarla.

Sin embargo, tras conocerse los entresijos del sanchismo -incluida la presunta organización criminal liderada por Santos Cerdán, que habría alterado la voluntad popular mediante una moción de censura que desalojó a Rajoy del Gobierno para colocar a personas afines a Sánchez en ministerios y asesorías clave-, esos mismos socios ya no consideran necesario consultar a los ciudadanos. Su fervor democrático ha desaparecido.

Las declaraciones de los miembros de Més per Mallorca tras la asamblea del fin de semana, incapaces siquiera de exigir a Sumar que rompa con el sanchismo o, en su defecto, pase al grupo mixto, y el silencio casi absoluto de Podemos -limitado a algún que otro lamento aislado ante cada nueva revelación sobre la presunta trama- evidencian una doble moral. Son expertos en asumir un papel condescendiente ante la corrupción cuando esta afecta a la izquierda. Por eso no quieren dar la palabra al pueblo, a pesar de que, a diferencia del referéndum, unas elecciones anticipadas sí se ajustan plenamente a la Constitución.

¿Por qué ninguna de las formaciones que facilitaron con su voto -Més y Podem- que la red de Cerdán actuara como lo ha hecho, exige una cuestión de confianza al responsable político de esos nombramientos? ¿Por qué no quieren escuchar a sus votantes y saber si estos aprueban que sigan siendo cómplices del sanchismo?

Las excusas para evitar un adelanto electoral son un insulto a la inteligencia. Entre ellas, la teoría del reduccionismo: que todo se limita a tres personas y que no ha existido financiación ilegal del PSOE, como en tiempos de Felipe González. El objetivo actual del sanchismo es evitar que se demuestre que parte de las supuestas mordidas sirvieron para financiar campañas de la izquierda, cuando la red tenía un claro interés en que gobernaran los socialistas para controlar adjudicaciones públicas, como ocurrió con el caso de las mascarillas de Armengol en Baleares.

Además, a nivel nacional, tanto Vox como Aliança Catalana serán grandes beneficiados de que no haya elecciones anticipadas, y proseguirán con su ascenso.

Gracias a las grabaciones de Koldo García, hoy sabemos que quienes denunciaban campañas de fango para defender al exsecretario de Organización socialista y a familiares eran, en realidad, los verdaderos promotores de los bulos.

Ante todas estas informaciones, los dirigentes de Més, Sumar y Podemos han tenido la oportunidad de elegir entre el deshonor o las elecciones. Han elegido el deshonor. Pero también tendrán la derrota electoral.

Estamos ante una campaña que recuerda a la de 1976: Habla, pueblo, habla. Solo que ahora, el objetivo es o consolidar un Estado verdaderamente democrático y frenar la degradación institucional, o salvar a quien no merece ese honor: P. Sánchez.