Javier Jiménez
Javier Jiménez

Subdirector de Ultima Hora

La partida

TW
0

Ossip Bernstein nació en 1882, en el antiguo imperio ruso, ese que tanto añora ahora Putin. Hijo de comerciantes judíos, en sus años mozos se fue a Alemania a estudiar Derecho y con veinte años empezó a despuntar como un genio del ajedrez. Comenzaba el convulso siglo XX y el joven Bernstein no iba a perderse ni un sarao histórico. Y mira que hubo. La Revolución Rusa de 1917 le puso en el punto de mira de los soviéticos, que lo veían como un colaboracionista del anterior régimen zarista, y un año después la Cheka, que eran unos encantadores torturadores comunistas, lo apresó. La suerte del prodigio de las 64 casillas estaba echada y Bernstein fue confinado en un campo de concentración, para ser purgado.

El asunto pintaba feo de narices y cuando le llamaron para que se colocara frente al pelotón de fusilamiento, el oficial al cargo, que era un entusiasta del ajedrez, creyó reconocerlo. «¿Es usted el famoso jugador?», le interrogó. El judío dudó, pero al momento pensó que peor no le podía ir, así que asintió: «Sí, soy yo». El militar, emocionado, abrió los ojos como platos: no se podía creer que aquel prisionero de gafitas redondas y boina calada hasta las orejas era su ídolo del tablero. «Le propongo un duelo. Jugaremos una partida. Si gano, lo fusilamos; si gana usted, se puede ir».

A Bernstein, de repente, se le apareció el zar Pedro I ‘el Grande’ y la zarina Catalina II, y aceptó. En pocos movimientos barrió al oficial, que resignado cumplió su palabra y lo dejó libre. El judío estaba tan asustado que cuando se iba no miró atrás: «No vaya a ser que le dé por jugar otra partida».