Una de las características más definitorias en el ejercicio del poder de Pedro Sánchez es, con diferencia, la mentira. Vaya por delante que, y lo reconozco, que la estrategia le surte efecto; el electorado apenas se resiente si se hace caso de lo que dicen las encuestas. La desesperación de Núñez Feijóo, como jefe del principal de la oposición, es comprensible. Lo más sorprendente del caso es que nada detiene al presidente del Gobierno en esta dinámica, aunque en ello quede comprometido el prestigio internacional de España. El caso más reciente es el de la cumbre de la OTAN y el compromiso de gasto en defensa de sus miembros. Todos firman un incremento del 5 por ciento, incluso él, pero ante los micrófonos asegura que sólo lo hará en un 2,1 por ciento. Ninguno de sus colegas le cree, pero Sánchez sigue erre que erre con tal de tener contenta a su vicepresidenta Yolanda Díaz. Verlo deambular en solitario por La Haya era el reflejo de hasta dónde es capaz de arrinconar los intereses del país en beneficio propio.
Sánchez es un mentiroso compulsivo. Lo fue cuando dijo que jamás concedería la amnistía a los protagonistas del ‘procés’ independentista de Catalunya, y que un Tribunal Constitucional –con las cartas marcadas de antemano– ha dado por buena, al igual que cuando proclama su ignorancia en lo referente a las tropelías de Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García. Cada semana se conocen nuevos datos de la banda, cuya pasión por grabar conversaciones acaba dejándoles con el culo al aire. Una de las amigas del exministro Ábalos asegura tener registrada una charla en la que Cerdán le ofrece compensaciones por su silencio siguiendo instrucciones dictadas desde La Moncloa.
La desafección creciente de los ciudadanos por todo aquello que tiene relación con la política es la gran baza del presidente. El pueblo asiste perplejo al sainete de unos y otros, incluyendo un PP sobreactuado hasta rozar la caricatura. Al marasmo generalizado no le faltan los corifeos mediáticos, algunos de los cuales cumplen con creces la misión encomendada. De ésta sólo se sale llamando a las urnas, dejar que los electores se pronuncien. Pretender llegar en estas condiciones hasta el año 2027 es imposible, a no ser que –no lo descarten– que se pretenda que todo salte por los aires. A río revuelto ganancia de pescadores.
Aznar, el expresidente
La actitud del expresidente José María Aznar es intolerable. Un hombre que ha ocupado este cargo no puede acusar con total impunidad a Sánchez de un posible fraude electoral generalizado, entre otras razones, porque en España el resultado de las elecciones lo validan los jueces. Lo sabe, pero él también juega a la mentira como arma política. Lo hizo durante el 11-M y con la existencia de armas de destrucción masiva para justificar la guerra de Irak –tema por el que el premier británico Tony Blair asumió su responsabilidad por el error–, casi dos décadas después sigue con la misma manera de actuar. Mentir, faltar a la verdad de manera intencionada, apenas se castiga en nuestro país. Tanto Aznar y Sánchez lo saben demasiado bien. Este es uno de los problemas más serios que debemos resolver los ciudadanos.
2 comentarios
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"La mentira por delante, siempre". Manual de Resistencia (Su Sanchidad, 2019)
Germán, Germán ... esa equidistancia no es justa; puede ser meritoria periodísticamente, pero injusta