Marabunda digital

TW
1

Un hombre muere asfixiado en la calle en Torrejón de Ardoz a manos de un policía local fuera de servicio por robar un móvil, un objeto que puede financiarse en cómodas cuotas. Una vida por un móvil. Por lo visto, se trata de un aparato que justifica el uso letal de la fuerza por parte de un servidor público, incluso cuando la vecindad le rogaba que parase. Lleno de ira, contestaba de malas maneras mientras continuaba estrujando el cuello de la víctima. El fallecido es un marroquí con antecedentes y pocos escrúpulos, pero no era un terrorista. Era un tipo que robaba y merecía ser detenido, no ejecutado vilmente, estrangulado como en una película de acción de medio pelo en la que hay muertes a tutiplé. Y ese mataleón lo efectúa un policía de más de cincuenta años cuya experiencia supuestamente lo califica para la detención de un delincuente. Craso error. Luego, la reacción de la marabunda digital es alarmante. Se justifica el homicidio con los siguientes argumentos o similares: «Uno menos», «Una medalla a ese policía» o «Se lo tenía merecido». Como si la pena de muerte fuera una de las obligaciones de un policía local cuando se topa con un delincuente. Da la impresión de que algunos salen de casa con ganas de guerra como si el uniforme fuera una excusa y no una responsabilidad. Como si los vídeos virales de Estados Unidos se redujeran a fuente de inspiración. No se trata de defender el robo, pero ni el peor delincuente merece ser ajusticiado en plena calle. Es un síntoma de rabia, abuso de poder y pérdida total de control tal como muestran las imágenes. Un agente nunca debería olvidar ni harto de vino quién es, cuál es su responsabilidad y para quién sirve. Si no, todo el sistema se resquebraja y se va al carajo. Y todavía peor no es que haya policías así. Lo peor es que haya ciudadanos que rían ante un asesinato, aplaudan y hablen de medallas.