El vecino
El vecino del segundo es alemán. Es un tipo simpático, al borde de la jubilación, que decidió comprarse un piso en el Eixample porque así podía ir y venir cuando le apeteciera. Como empresario germano, anda sobrado de euros y quiere hacer obras en el edificio, sin tener en cuenta que los demás tenemos sueldos de nativo. Dice que su barandilla está oxidada y que quiere cambiarla, que a ver cuándo hacemos una derrama porque cuando viene, no le gusta ver su balcón así de deslucido. Pero es simpático el vecino, en serio, aunque me rechina su condescendencia. El otro día le pillé pintando una humedad. Me dice: «No esperes que la comunidad haga algo por ti, hazlo tú por tu comunidad». Que es una frase motivacional, de esas que aparecen en los libros de aeropuertos para los directivos. Le dije que podríamos hablarlo todos y arreglar la humedad. Al final, lo dejó a medias. El otro vecino del segundo me vino alarmado el mes pasado. Dice que el alemán quiere colgar en el rellano un cuadro. De Ikea. Un paisaje de Nueva York. Los demás vecinos nos negamos. Él no entendía por qué no puede decorar el rellano, como si nos faltara gusto o capacidad de entendimiento. En su puerta ha colgado una pegatina y en la pared, una placa donde aclara su profesión. El alemán es simpático, lleva aquí cinco o seis años y me jura que aprenderá español un día de estos. No sé si sabe que también hablamos catalán. Ahora ha pegado una pieza metálica en el rellano. Un dos, para dejar claro que está en la segunda planta. Sin tener en cuenta nuestra opinión. Y cada vez que subo me entra una mala leche... Y esto, que es tan real, es lo que nos pasa en toda la Isla.
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1 comentario
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Pues habrá que ir acostumbrándose, ¡es lo que hay! Yo sé de alguna comunidad de vecinos donde la gran mayoría son nórdicos y los pocos nacionales que viven en ella no pueden asumir los gastos de la Comunidad... Lo de colgar un cuadro de Ikea en el rellano, éso es lo más barato.