Conocí a Jaume Llabrés en los estudios de Canal 4, cuando el mundo parecía más pequeño y la televisión local tenía ese calor que solo poseen las cosas hechas con pasión. Yo presentaba el programa Perfils mediterranis y mi buen amigo Joan Seguí era su director.
Jaume hacia tele con la voz, con el corazón. Había en él una energía viva, una especie de luz propia. La cámara no solo lo captaba, sino que se alimentaba de su entusiasmo. Con Toni Bauçà formaban un dúo inolvidable. Creativos, improvisadores natos, capaces de convertir un almacén en un plató y una cortina sujeta con pinzas, en un decorado digno. Tenían ese ingenio mallorquín que nace de la necesidad, esa alegría que vence lo precario y transforma las limitaciones en oportunidades.
Recuerdo que más de una vez el micrófono no funcionaba o la grabación empezaba con diez minutos de retraso. ¿Y ellos? Nada. Riendo, solucionándolo con una broma, con una mirada de complicidad. No se enfadaban, no se detenían. Lo que importaba era la gente. Comunicar, emocionar, hacer llegar una historia.
Hacía televisión como quien hace artesanía. Conocía cada rincón de la Isla. Y, sobre todo, conocía el alma de las personas. Por eso, El Reporter Xafarder era mucho más que un programa: era un retrato vivo de Mallorca, hecho con humor, con ternura y con la complicidad de quien ama lo que muestra. Todos lo recordaban por esa mirada traviesa, por la sonrisa que nunca lo abandonaba. Con él compartimos bromas que aún hoy me hacen reír. Escenas inesperadas, guiones improvisados a última hora y, sobre todo, una libertad creativa que ya casi no existe. Jaume no buscaba la perfección, buscaba la verdad. Y la verdad, como sabemos, es imperfecta, a veces caótica.
Cuando supe que había muerto, me quedé en silencio. Como si una parte de mi juventud, de las tardes de rodaje, de las risas compartidas, se hubiera apagado. Solo durante un instante, porque en realidad, Jaume Llabrés no se ha ido. Sigue en las grabaciones antiguas, en los recuerdos que todos guardamos.
Hay personas que dejan huella. Que no hacen ruido, pero dejan luz. Jaume era una de esas personas. Irrepetible. Siempre fiel a su espíritu, a su forma de hacer. Sin grandes medios, pero con una pasión desbordante. Sin alardes, pero con un talento natural para conectar con la vida y con todos nosotros.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.