Miguel José Deyá Bauzá
Miguel José Deyá Bauzá

Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia

Armengol se enfrenta, involuntariamente, al totalitario Sánchez

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El subconsciente en ocasiones nos juega malas pasadas. Es lo que le ocurrió a la Sra. Armengol el pasado 12 de Junio en el pleno de la Cámara que, para desgracia de la Nación, preside. Al conocerse las noticias del caso Sánchez /Santos Cerdán, la bancada del PP profirió en rugidos de ¡Dimisión, dimisión! Ante tal guirigay que ella ha consentido, cuando no fomentado, en otras ocasiones, la Presidenta reprobó a los diputados del grupo popular, recordándoles que aquello era la sede de la Soberanía Nacional; aquí el adjetivo es importante.

Por el contexto, deduzco que se debía referir a la Nación Española, en otras ocasiones mancillada por ella y/o su grey. Lacaya habitual de Sánchez y su peculiar concepto de la España plurinacional, en ese trance y ante las noticias aparecidas sobre el Secretario de Organización del PSOE, la Presidente se acordó de la Nación Española, como atizador contra el comportamiento de la oposición. Ya se sabe que Nación es un concepto discutido y discutible (Zapatero dixit), pero sólo cuando se refiriere a España. Por un momento la vi como una nueva Marujita Díaz atacando el Banderita tu eres roja…» de «Las Corsarias». Lo de Agustina de Aragón aún le viene un poco grande.

Contrasta el fugaz e inconsciente homenaje a la verdad de la Presidenta con las declaraciones y trayectoria del Sr. Sánchez, quien declaró que podía gobernar sin el Parlamento (7 de Septiembre de 2024), algo inaudito en una democracia parlamentaria representativa occidental. A mayor abundamiento el jefe de Sánchez Cerdán, Ábalos y el tito Berni, por citar sólo a lo más respetable del actual PSOE, añadió pocos días después que un gobierno puede perder la mayoría en el Parlamento pero no la mayoría social. El Doctor por una universidad privada (yo lo soy por una universidad pública), con una tesis de redacción parece que peculiar, olvida algo importante.

La distinción entre mayoría parlamentaria y mayoría social es el primer rasgo del totalitarismo, sea del signo que sea. Todos los tiranos que en el mundo han sido durante el siglo XX y XXI empezaron por desechar el parlamento y la democracia representativa y sustituirlos por un contacto directo, metafísico, espiritual, entre el líder y su pueblo. Obviamente esa ligazón nunca fue demostrada y se movía más o menos en el campo romántico, convenientemente adulterado, del Volksgeist, espíritu del pueblo creado por el filósofo alemán Herder, posteriormente aceptado por el romanticismo conservador y utilizado por el régimen nazi como elemento de legitimación.

Lo mismo hicieron Stalin y otros tiranos. Sustituir la democracia parlamentaria representativa formal por la ligazón no institucional entre un líder y la mayoría social puede tener cierta gracia al principio frente a la monótona democracia liberal basada en la división de poderes, pero ya sabemos cómo acaba.

Al menos la censura implícita e involuntaria de la Sra. Armengol al Sr. Sánchez puede servir para recordarnos un pilar fundamental de la democracia: la Soberanía Nacional, de toda la Nación, reside en el Parlamento y no en supuestas mayorías telúricas o creadas desde el poder y que integran a aquéllos que, precisamente, quieren destruir a la Nación que los acoge y a su sistema democrático representativo.