El Gobierno sigue ahí

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Debe haber sido durísimo. Con lo ilusionados que estaban. Después de una semanita de locos, en la que los dirigentes del PP calificaron de mafia al Gobierno y de capo a Sánchez, dándolos ya por acabados, y que con la aparición de una supuesta fontanera y sus tumultuosas ruedas de prensa sin preguntas alcanzaron el éxtasis opositor, el último clavo del ataúd de Sánchez, confirmado luego el viernes en una delirante Conferencia de Presidentes Autonómicos en la que todos los suyos, en lugar de tratar el problema de la vivienda exigieron por turnos la convocatoria de elecciones generales inmediatas, a todo lo cual hay que añadir la traca final de esa manifestación madrileña del domingo contra dicha mafia gubernamental y la corrupción jamás vista, o democracia o mafia es el lema que llevó al paroxismo dicha euforia opositora, después de semejante semana pavorosa, decía, tiene que ser durísimo comprobar que tras haber echado el resto, el Gobierno aún sigue ahí. Ni dimite nadie ni habrá elecciones. ¿Cómo es posible? ¡El Gobierno no ha caído! Con lo que se ha esforzado el señor Feijóo, y sus barones, y su prensa. ¡Y Ayuso! Ayuso incluso dio la espantada en esa Conferencia de Presidentes, ofendidísima cuando oyó hablar idiomas autonómicos inadecuados, catalán, y euskera, eso sí que es mafia y corrupción. Pues nada, ni así. Al día siguiente, el Gobierno todavía sigue ahí. Como el famoso dinosaurio del cuento, pero quizá peor, porque algunos estamos convencidos de que sigue ahí precisamente por los frenéticos esfuerzos del PP en derribarlo, y darle ya el empujón definitivo cuando está al borde del abismo. Si la derecha española, en lugar de aullidos y empujones se dedicase a mirar con sorna los tropiezos del Gobierno y sus socios, y hacer comentarios irónicos cuando se parten la crisma entre sí, hace tiempo que estaría gobernando. Se trata de no empujar, en la seguridad, hace años proclamada, de que caerán solos por su propio impulso. Pero cada vez que la caída es inminente, en su afán de empujar le salvan la vida. Sobre todo Ayuso, la más afanosa. ¡El dinosaurio era ella! Y el resultado es que tras una apocalíptica semana de locos, el Gobierno sigue ahí. Tambaleándose, pero ahí. Incomprensible. Ah, qué decepción. Esto tiene que ser durísimo, no sé cómo lo aguantan.