Cambio
No hay mejor sondeo sociológico que la puerta del colegio. Mientras esperamos a que la chiquillada salga de la clase, en el patio se desgranan los grandes temas que mueven la Isla y también el universo conocido. A mediodía, mientras el sol atiza sin piedad en un colegio público sin apenas sombra, los padres nos refugiamos bajo el único árbol. Y entonces salen las verdades. Un padre cuenta su plan para el fin de semana: «Ya no vamos de restaurantes. Nos juntamos en casa de un amigo y todo el mundo lleva algo. Hacemos la comida nosotros y así pasamos el día». Quien me lo dice no es un señor en paro ni un precario del sector turístico. Es empresario y vive en un precioso piso del centro de Palma. Sus amigos aún no se han visto achuchados por el paro ni por el alquiler imposible. Pero han llegado a la conclusión de que irse con la familia a un restaurante en Mallorca, especialmente en verano, se ha convertido en una temeridad.
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