En la mañana del ocho de mayo, poco antes de la elección del Cardenal Prevost como nuevo Papa, estuve hablando con un amigo sacerdote, y, en mi despedida le dije: Mantengamos unidos en oración para que sea nombrado el buen pastor que el mundo necesita.
Unas horas después, tras el estallido de buenas expectativas que suponía la fumata blanca que vimos elevarse desde la sobria chimenea de la Capilla Sixtina, el mundo entero recibió la noticia de que teníamos un nuevo Pontífice. Ese nuevo Pontífice, que salió a saludar con emoción y lágrimas contenidas en su rostro, adoptó el nombre de León XIV.
Sus primeras palabras las dedicó a la paz y a la necesidad de construir puentes entre los pueblos y no pude remediar sentir una conexión inmediata con este nuevo guía espiritual que reivindicaba algo que todos queremos y que yo incluí en el título de mi último libro. Tres días después, curiosamente, y recordando el diálogo que mantuve aquel ocho de mayo con Monseñor Ortega, comprobé que el Evangelio del domingo, día once, era el del buen pastor que vela por sus ovejas.
Desde hace escasamente el mes que ha transcurrido desde su nombramiento, voy siguiendo sus homilías del nuevo sucesor de Pedro y hay algo que no puedo dejar de obviar:
Para quienes me lean, sabrán que, aparte de cientos de artículos y textos en antologías, tengo cuatro libros publicados. El último vio la luz de la mano de la editorial El desván de la memoria a finales de septiembre de 2024 y su título, como ya casi he anunciado, es reivindico la paz. En él planteo la necesidad de la paz como algo vital y necesario, porque el ruido molesta, la violencia envilece y la armonía relaja.
En uno de mis poemas, el más largo de todo el libro, hablo de la Música en tiempos de guerra, y en él me refiero a momentos de espanto en los que la música es un refugio, pero también una metáfora de cómo lo que alguna vez fueron sueños hermosos se han convertido en auténticas pesadillas. En este sentido me llamó la atención una frase que el nuevo Papa ha dicho en uno de sus recientes mensajes: El espíritu Santo hace vibrar las cuerdas del corazón en una única melodía y en esas palabras he descubierto que para León XIV, como para mí y para tantos, la música es un refugio de serenidad.
Sí, este Papa me gusta, y me gusta, entre otras cosas, por su gesto amable, su voz clara, su mensaje de paz; su compromiso con la cuestión social (que creo ha dejado más que claro con la elección de su nombre), y su trayectoria misionera.
Me encanta también que hable perfectamente español, que tenga nacionalidad estadounidense y peruana, así como su vinculación con el mundo latinoamericano gracias a su extensa y comprometida labor evangelizadora en tierras del continente americano.
Su mensaje de amor y unidad, como él ya ha dicho, deriva del cumplimiento de la tarea que Jesús encomendó a Pedro y que él condensa en cada uno de sus mensajes con palabras como las siguientes: En este tiempo nuestro, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo al diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres. Nosotros queremos ser, dentro de esta masa, un pequeño fermento de unidad, de comunión, de fraternidad. Queremos decirle al mundo, con humildad y con alegría: ¡Miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acoged su Palabra que ilumina y consuela!.
¿Hay algo malo en estas palabras? Para nada. Cuanto dice el nuevo Papa suena a armonía y bondad. Él nos ha dicho que las palabras de Jesús son el patrimonio vivo que la iglesia transmite y esta idea me ha hecho caer en la cuenta de que no es fácil testimoniar el evangelio, pero hay algo que debemos apreciar: la falta de verdadera fe puede conducir a faltas de misericordia, a faltas de respeto y a una ausencia de consideración por los demás que lastima hasta causar verdadero daño. Esa falta de misericordia es causa de falta de dignidad, y, por consiguiente, de sufrimiento.
¡Cuántas veces he hablado en este foro del daño que causa la falta de educación, el ruido, la incomprensión la falta de respeto y la ausencia de misericordia! Busquemos, pues la paz, reivindiquémosla y con cada uno de esos pequeños gestos encaminados a pensar en los demás, construyamos un mundo mejor y en armonía, un mundo en el que la cortesía, la amabilidad y el sentido de Dios nos haga ser, cada día, un poco mejores.
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