Coleccionistas de cosas de Mallorca

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A principios del siglo XIX fueron muchos los buscavidas, a sueldo de excelsos coleccionistas internacionales, con bastante dinero, que anduvieron por Mallorca e Ibiza husmeando en los yacimientos arqueológicos y en las ricas colecciones particulares que entonces tenía la nobleza insular (y allegados) desde los tiempos de Vicente Mut o de Rafael Cotoner, siglo XVII, o del cardenal Despuig (siglo XVIII), de Cristóbal Vilella o del Campofranco aconsejado por Buenaventura Serra o del marqués de la Romana o de influencers cultos como J. M. Bover o Antonio Furió, y más tarde llegó el archiduque Luis Salvador que se comió Mallorca con patatas. Las mansiones señoriales palmesanas conservaban entonces un buen número de rarezas y joyas artísticas, se planteó incluso hacer en Palma (1912) un museo en el que se juntaran estas valiosas piezas aristocráticas (el patrimonio mueble) pero la idea no cuajó.

Hacia 1912, solo había dos museos en nuestra Isla, el de Raixa que prácticamente ya había sido puesto en almoneda y era una sombra raquítica de lo que fue, y el entonces incipiente de la Sociedad Arqueológica Luliana; aparte estaba lo guardado en la catedral, el Museo del Seminario (1913) y ya se pensaba con timidez en un futuro Museo Diocesano. Algunos intelectuales ya planteaban la necesidad de un museo público general en Palma con cuadros, tapices, etc. Todo ese batiburrillo, y el control absoluto de quienes excavaban y rapiñaban en los yacimientos arqueológicos (Josep Corominas, Vives Escudero, Juan y Carlos Román) sobre las piezas que localizaban y que se podían hasta mangar, propició un goloso mercado de antigüedades en Baleares que atrajo no solo a la Hispanic Society de Archer M. Huntington y también a eruditos franceses, por no hablar de grandes pintores como Joaquín Sorolla o Santiago Rusiñol, quien precisamente en 1912 pasó una corta temporada en Mallorca, estuvo acompañado por el caricaturista Picarol y por Gabriel Alomar; ambos pintores se agenciaron piezas arqueológicas para sus respectivas colecciones.

Otro interesado en husmear en lo vendible de nuestro patrimonio fue el marqués de Cerralbo y para eso envió en 1912 a un arqueólogo importante, a Juan Cabré Aguiló. El XVII marqués de Cerralbo vendió sus tierras, heredó una gran fortuna y se dedicó a viajar, a dar fiestas y al coleccionismo. Su espectacular palacio, hoy museo, está en Madrid. Financió bastantes excavaciones sobre todo en Soria y Zaragoza. El encargado de casi todo lo que hacía en materia de Prehistoria y compra artística fue Juan Cabré alumno del famoso abate Breuil, autoridad mundial en las pinturas rupestres de España. En lo que respecta a Baleares se interesó por la cerámica prerromana, escribió sobre ese asunto y en su archivo se encuentran placas de fotografías de vasos mallorquines. Cabré, en 1912, envió una postal a Cerralbo diciéndole que se encontraba visitando las colecciones particulares mallorquinas y que estaba en tratos con un tal James, seguramente un vendedor de cuadros y antigüedades, la verdad es que no sabemos qué se llevó Cabré de Mallorca ni cómo acabó su viaje.