La Constitución española prevé un sistema de democracia representativa en el que el poder ejecutivo se ejerce por quien ha obtenido el respaldo del parlamento que ha sido elegido por el pueblo soberano. Por tanto, no es un sistema de democracia directa sino por delegación.
El jurista argentino Roberto Gargarella sostiene que el sistema ha generado una degradación del modelo de la democracia representativa, lo cual ha producido en la población sentimientos de impotencia, indefensión, hastío y rechazo de la clase política, por haber dejado de ser un sistema de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
El politólogo francés Pierre Rosanvallon nos dice que para el populismo la democracia debe transformarse de representativa a directa, lo que significa recurrir lo más posible a mecanismos de consulta directa. Pero también, el populismo utiliza la polarización en su favor. Se habla de ‘ellos’ y ‘nosotros’, el 99 % contra el 1 %.
Pedro Sánchez saca de la chistera otro conejo populista y a la vista de que la CNMC ha dado el visto bueno a la opa del BBVA sobre el Banco de Sabadell decide apelar al pueblo y someter a consulta ciudadana la aprobación de esta fusión de dos empresas privadas. Dice Pedro Sánchez «así se podrá tomar una decisión con todas las garantías».
Confieso que se me termina el vocabulario para describir esa forma de gobernar. Un gobierno que aprobó una ley de amnistía (quizá inconstitucional) sin hacer caso de la opinión mayoritaria en contra de la ciudadanía, un gobierno que no tiene presupuestos aprobados ni los tendrá porque ha renunciado a llevarlos al parlamento (decisión inconstitucional), que ha manifestado que puede gobernar si es preciso sin el parlamento, que plantea un enorme incremento del gasto en defensa sin pedirle la opinión a nadie ni al parlamento ni al pueblo, que condona deudas de las comunidades autónomas y persigue una financiación ‘singular’ para Cataluña, ese gobierno ahora pretende que el pueblo soberano le dé su opinión sobre la OPA. No sé si caben mayores dosis de contradicción. Vista la reacción con lo del apagón, es un nuevo ejemplo de rehuir responsabilidades y trasladarlas a quien sea, da igual.
Estamos ante un deslizamiento sumamente peligroso. Históricamente los dictadores y las dictaduras de cualquier signo son los que han apelado al pueblo, a ese pueblo fiel que conocen muy bien y de quien pueden fiarse. Aparece siempre un hombre que encarna al pueblo y que dice saber lo que el pueblo quiere y, por tanto, puede representar su unidad.
No estamos ante una pugna izquierda- derecha, PSOE-PP ni nada similar. Estamos en situación de emergencia nacional. Esto es un verdadero ataque al sistema de democracia representativa que tenemos en nuestro país.
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