Manuel Aguilera
Manuel Aguilera

Periodista y Doctor en historia

Merda per tot

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Maria tiene 92 años y recuerda perfectamente el día que quedó enterrada bajo los escombros de su casa. Aquella mañana tuvo mala y buena suerte a la vez. Acababa de cumplir 4 años cuando las sirenas antiaéreas de Palma volvían a despertarla. Corrió con su abuela, su madre y sus tíos a la planta baja de su casa, la número 13 de la calle 13 de es Jonquet (hoy calle de L’Almadrava, justo detrás del primer molino). Un domicilio no apto para supersticiosos. Estaban escondidos los cinco debajo de la cama cuando un estruendo removió todo: «Quedamos enterrados en vida y tuvieron que rescatarnos. Ninguno resultó herido porque la bomba cayó justo donde lo que hoy sería el retrete. Hubo merda per tot».

Maria Pérez Clemente tiene la cabeza muy clara. Al hablar con ella, parece que tenga 20 años menos. «Mis padres me dieron buena educación. Me gusta leer», explica. Aquel episodio lo tiene grabado a fuego porque condicionó su infancia. Ella vivía con su madre en la calle 16 de es Jonquet y, cuando la guerra movilizó a su padre, su madre decidió trasladarse a casa de los abuelos en la calle 13. «No quería estar sola», indica. La casualidad quiso que fuera justo allí donde cayó una bomba que, por suerte, «no era tan potente como las de ahora».

Todo ocurrió el miércoles 26 de mayo de 1937. Cinco modernos bombarderos republicanos lanzaron sobre Palma casi un centenar de bombas. Primero castigaron el puerto y acertaron de lleno sobre un barco de guerra italiano. Luego pusieron rumbo a Cataluña dejando caer su carga sobre las zonas que les cogían de paso, las cuales eran, ironías del destino, barrios obreros con tradicional voto de izquierdas: es Jonquet, Santa Catalina, Son Espanyolet y Son Pisà. Según publicó La Última Hora, «resultaron destruidas algunas pequeñas casas de humildes familias de obreros». Cerca de donde vivía Maria, en la plaza Progreso, murieron dos hermanas: Catalina y Ana Mas Mas. El balance final fue de 11 muertos y 24 heridos.

Según la prensa, hubo una manifestación improvisada en la plaza de Cort como «protesta por la nueva y brutal agresión de las hordas rojas». La gente se dirigió a la Comandancia General, en el Palacio de la Almudaina, exigiendo venganza y los militares tuvieron que calmarlos.

Después del terrible susto, muchos vecinos concluyeron que es Jonquet era un lugar muy inseguro, tan cerca del puerto y del Mollet (actual Club Náutico), donde había muerto un pescador, Guillermo Rigo Mir, casado y con dos hijos. Toda la familia de Maria se vio obligada a alquilar una casa en Establiments y ya no volverían nunca a su barrio original.

La misma decisión tomaron los abuelos del prestigioso abogado Marc González Sabater, ex director interino de IB3. Tuvieron que trasladarse a vivir a Génova y bajar cada día a trabajar en una barbería en la calle San Magín. «Mi madre tenía 13 años cuando se produjo este bombardeo y me contaba –cosas de la memoria infantil– que una bomba de las que cayó en el Jonquet lo hizo en un pozo negro y hubo m… por todo». Es curioso que las memorias orales usen la misma expresión al recordar este hecho: merda per tot.