Las plantas son nuestro futuro». Funcionan con sentido de colectividad, de cooperación. «En un bosque, si un árbol por cualquier motivo no tiene nutrición, agua, es mantenido en vida por los otros árboles que lo circundan. Lo hacen porque es lo más eficiente posible para garantizar su vida. Hemos de aprender que la cooperación funciona mucho mejor que la competición», contó el neurobiólogo Stefano Mancuso hace años, a propósito de su libro La nación de las plantas, publicado el año de la pandemia.
Hay un barrio en Palma, Canamunt, con personas imaginativas y que al asalto constante de mercaderes le echan acción y humor. Cuatro años atrás, los vecinos se plantearon qué barrio querían. Conscientes del valor de los pequeños gestos iniciaron el intercambio de esquejes. Se formaron en algún taller en Biznaga, también vecina del lugar, y ha prendido de tal manera que hay quien se ha presentado con nenúfares.
Un tiesto en el balcón, unas plantas en las calles, no solo hermosean. Nos dan salud. Mirar plantas, observarlas, es gratis.
La iniciativa ha prendido. No son los únicos. En un pueblo de Cataluña presentaron una propuesta similar a la Semana Europea de prevención de residuos y han quedado finalistas.
Canamunt ha sufrido en su tejido los tirones y desgarros de la especulación inmobiliaria en aras de la turistificación que ha convertido el centro histórico de Palma en un hotel, en el hervidero del alquiler vacacional, en un parque temático. «Cada vez más es un simulacro de barrio pero nos resistimos y seguimos haciendo acciones desde abajo», señala Carme Verdaguer. Ella es una de las vecinas activistas del barrio que contempla feliz como aquel esqueje de un geranio ha crecido y hermosea su terraza.
En la plaza del Banc de s’Oli hay unos cuantos naranjos. El fruto se perdía y los vecinos decidieron recogerlo para hacer mermeladas de naranja amarga. Si los naranjos de Sevilla convertidos en confitura amarga deleitaban a la reina de Inglaterra, no van a ser menos los dulces goces de Palma.
Han ido perfeccionando la técnica de la mermelada gracias también a personas como Marilén Roig, una exvecina que «sabe de todo», dice con admiración Carme. Ella también conoce los beneficios del aprovechamiento del fruto caído. Años atrás montó la empresa Pep Lemon con los limones que se perdían a kilos en Mallorca y crearon el refresco natural que cosechó un éxito inaudito hasta que se las vieron con un gigante. Por supuesto perdieron.
Pero hoy vamos de optimismo y de historias brote verde. De acciones colectivas que como las plantas desafían destinos fatales juntándose. Aliándose. Enraizándose. Como esos esquejes que de Canamunt pueden prender en cualquier lugar. Incluso un papiro en mi balcón en el otro extremo de la ciudad. ¡Gracias, Nina! Eso sí, las plantas se están quietecitas. Quizá no nos vendría mal pararnos un poco ahora que empieza la estación del ajetreo. ¡No empieces!
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