Valentía y solidaridad

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Los mejores tiempos del cristianismo coinciden con los momentos en los logró más simplicidad. Se extendió muy rápidamente por todo el orbe cuando los hijos de Abraham pasaron de tener 613 mandamientos (248 formulados en positivo y 365 en negativo) a tener solo dos y ambos positivos (Amarás a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo). También ayudó a su rápida extensión la simplicidad de lo que hoy llamaríamos el logotipo: una vertical truncada por una horizontal, la cruz.

No quisiera suprimir valor a los dos maderos de la crucifixión. Pero quisiera atribuir gran valor a otros dos maderos o mástiles que también simbolizan los valores máximos de la religión cristiana, esos que la lengua griega llama parresía y ágape, parresía que significa valentía y ágape, comida compartida. El arrojo de Jesús frente al poder de Pilato y de Caifás y la dulzura en el compartir el pan en su última cena gozan del valor de encarnar el meollo cristiano.

Le ha llegado la hora al cardenal Prevost. Quisiera de todo corazón que no se le complicase el papado y él siguiera su trayectoria peruana de misionero agustino apostando decididamente por eso que llamamos amor, esa osada apuesta por enterrar contiendas de odio y procrear lazos de fraternidad. Anhelo que León XIV, todo él, sea parresía sinodal y, con él, todo el universo sea ágape solidario.