Víctor Malagón
Víctor Malagón

Periodista especializado en tribunales

Focos pontificios

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Para alguien que no sea católico, presenciar la proclamación de un papa en Roma es como para un socio del Barça contemplar unas elecciones a la presidencia del Real Madrid. Sabe que es ajeno al proceso y que no le gustará el elegido, sea quien sea porque no será de los suyos ni compartirá sus pasiones, pero no puede dejar de contemplar lo que ocurre ahí con curiosidad. Tampoco es fácil abstraerse a la atención generada. Se mire por donde se mire, es casi imposible idear algo tan resultón como un cónclave. Con el prólogo de la muerte y funeral del predecesor, no hay nada comparable en misterio y colorido. Todo lo más, se acerca una coronación británica. Sin embargo, Buckingham pierde ante San Pedro porque el sucesor es de todos conocido y sería discutible si es más pintón un manto de armiño que las vestimentas pontificias. Así las cosas, el no católico puede consolarse con la certeza de que en unos pocos días podrá ignorar a León XIV con la misma parsimonia con la que lo hacía con Francisco. Así como a los presidentes se les dan cien días para arrancar su programa, los pontífices tienen un horizonte de atención global mucho más estrecho. En breve, la figura pasa a un segundo plano y el debate pasa a interesar a los que sí son católicos. Sin embargo, el nuevo papa disfruta ahora de ese momento de influencia en el que marcar senda e influir a un nivel más general. Será hasta el próximo gran acontecimiento que no tardará en robarle foco. Será la señal para los que no forman parte del credo para mirar hacia otro lado. Esa posibilidad de abstracción es una ventaja de los no católicos frente al aficionado culé para el que abstraerse de Florentino es misión imposible, lo que, de nuevo, muestra la desventajas de ser un forofo del fútbol o muestra como se han reconducido las pasiones a falta de conflictos mayores.