Palma ha crecido en los últimos diez años más que otras ciudades españolas, pero no más que algunas ciudades europeas donde podemos ver lo que hacen para mantener la calidad de los servicios. Hay políticos que se hartan de proclamar que hay que decrecer, cuando de lo que se trata es de invertir en el desarrollo
Si comparamos el crecimiento de la ciudad, que ha aumentado su población en un 26% en los últimos 20 años, con el ritmo de las inversiones en infraestructuras observamos un desfase. El número de habitantes ha aumentado por muchos factores, crecimiento vegetativo, inmigración y extranjeros preferentemente europeos, cuando las infraestructuras se han ido paralizando. Por lo que nos preguntamos: ¿Cuántas carreteras se han construido en los últimos diez años?, y en Palma ¿cuántos aparcamientos hemos inaugurado en el mismo periodo?
La gestión económica municipal pasa por repensar todo lo que se ha venido haciendo hasta ahora, diseñando nuevas estrategias y objetivos. El primero de ellos es ir hacia una mayor calidad en los servicios sin mayor coste. El segundo, invertir en las infraestructuras que con el tiempo están parcialmente amortizadas El tercero, dejar que los propios ciudadanos decidan el modelo de ciudad que quieren. Luego ya vendrán los planes y programas de cada equipo municipal para conseguirlos. Para ello necesitamos un marco de seguridad jurídica y una política fiscal incentivadora. Todo lo contario que se viene haciendo en los últimos años: subiendo impuestos tanto como se pueda, los impuestos son para los ciudadanos los «precios» de los bienes y servicios que los gobiernos suministran. Reducir por tanto los «costes» supone abaratar estos precios.
Vender que con decrecimiento seremos más felices es de populistas sin conocimiento. El objetivo de una política económica eficiente ha de ser favorecer el crecimiento y el empleo que la sociedad demanda. El crecimiento dará mayores recursos para inversiones y gastos sociales. El bienestar, que todos necesitamos para avanzar y dar un futuro a nuestros hijos. O se avanza o se retrocede, por mucho que lo queramos no hay un término medio.
Pero, además, las infraestructuras hay que gestionarlas y hay que ganar eficiencia en dicha gestión, entendiendo como eficiencia el rendimiento de un servicio prestado en relación con su coste; es decir: la excelencia en la dirección de las administraciones y empresas públicas. Especialmente, se hace necesario repensar la gestión de las empresas municipales, copiando lo que se ha venido haciendo en algunos ayuntamientos importantes de nuestro país que manejan grandes presupuestos. Los sistemas de gestión son diversos, pero siempre tienen que cuidar el ser eficientes con un presupuesto ajustado y para ello se puede recurrir en algunos casos a la gestión privada, cediendo el servicio vía concesión. Este sistema no atenta al necesario control de la administración pública, ya que los modelos de concesión tienen hoy los suficientes parámetros de control para garantizar una economía de costes y un servicio óptimo.
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