Ni Papa ni Papo

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Seguro que agradecerá que no le hable del Papa. Se llama saturación informativa. No hablaré de ello entre otras cosas porque no tengo ni papa idea y por respeto a usted, nada como callarme la boquita. Pero fíjese como el sumo pontífice se lo come todo. Se ha llevado por delante a Trump, la guerra de Ucrania, la de Gaza y hasta los bombardeos entre India y Pakistán, países con armamento nuclear que se han mostrado los dientes como dos perros en celo.

Por no hablar del apagón eléctrico de nuestro país, la aprobación del Gobierno de reducir la jornada laboral, los líos judiciales de la familia de Pedro Sánchez y los fallos de la red ferroviaria de alta velocidad. No olvidemos la metedura de pata, otra vez con el micro abierto, del president del Consell, el debate sobre las basuras de Eivissa que traemos a quemar a Mallorca o la Diada per la Llengua reivindicativa de la Obra Cultural Balear que parece que a pocos conmueve.

En fin, que el estado más chiquitín del planeta cambia de cabestro a puerta cerrada y con la excusa de que es el delegado del gobierno de Dios en la tierra, todos nuestros conflictos terrenales pasan a ser una minucia. Los cardenales se fuman un canuto con todos nuestros problemas. Estamos anestesiados por la Iglesia católica, por su doctrina moral y por la esperanza en una vida eterna muchísimo más de lo que nos creemos.