Un país de pandereta

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No me gusta hacer esta afirmación, pero tras las últimos sucesos es la sensación que tengo y, me temo, que no soy la única. En menos de una semana hemos tenido un apagón histórico en España, que dejó a oscuras a la Península, y un auténtico caos en los trenes de alta velocidad entre Madrid y Sevilla por el robo de cable. Si fuese 28 de diciembre muchas personas pensarían que se trata de inocentadas, pero no lo son, es la cruda realidad que hacen pensar que cualquier cosa es posible en este país.

La actuación del Gobierno central, que aún desconoce las causas de ambos sucesos, no dejan lugar a la esperanza. De hecho, no puede descartarse que se produzca un nuevo apagón, otro caos ferroviarios o cualquier otro suceso que no alcanzo a imaginar. Desde la pandemia de la COVID-19 la realidad supera a la ficción.

El ciudadano medio desconfía de la gestión de los políticos. Insisto, la poca luz que han arrojado sobre lo sucedido no permite descartar que España vuelva a quedarse a oscuras.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha limitado en su intervención en el Congreso de los Diputados a poner en valor el comportamiento ejemplar de los ciudadanos. De hecho, ha resaltado que los robos y la criminalidad descendieron.

Sin lugar a dudas, el comportamiento ciudadano fue ejemplar, pero dudo que eso sea suficiente para mantener la confianza de los inversores en nuestro país.
Lamentablemente, la gestión del Gobierno está dejando mucho que desear. En el caso del apagón, en un primer momento insinuó la posibilidad de un ciberataque; mientras que en el de los trenes habló de sabotaje. Ambas hipótesis están perdiendo fuerza.

Ante esta situación, tampoco tenemos una oposición solvente que dé confianza a los ciudadanos.