Era elegante, rico, inteligente y vencedor de una guerra. Lo tenía todo y acabó solo, pobre, enfermo y esclavo de la droga. La vida del falangista mallorquín Martín Pou Rosselló parece el guion de Diario de un rebelde llevado a la élite mallorquina de los años treinta. Su increíble historia acaba de publicarla Jeroni Miquel Mas Rigo en el Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana.
Pertenecía a una poderosa familia de larga tradición liberal. Su abuelo había sido ministro, su padre era el alcalde de Palma y lo más sorprendente es que el diputado socialista Alexandre Jaume (fusilado en 1937) era primo de su madre. Martín estaba en la cima de una sociedad clasista. Estudió Derecho en Madrid y convivió con Federico García Lorca y Salvador Dalí en la prestigiosa Residencia de Estudiantes. Hasta entonces, coqueteaba alegremente con la izquierda.
La guerra le cogió en Palma con 30 años y recién afiliado a Falange. Se había cambiado de chaqueta, según él mismo, por «el odio al Frente Popular y la admiración por José Antonio Primo de Rivera». Martín ya se había casado, tenía dos hijos y trabajaba como abogado. Según Mas Rigo, era un «egocéntrico» con «carácter agresivo y prepotente». Su vehemencia escondía un oscuro secreto: era adicto a la morfina. Las causas eran sus dolores de estómago y las malas compañías.
Parece que las autoridades todavía no sabían nada sobre su adicción porque confiaron en él la misión más importante del inicio de la guerra: convencer a Mussolini de que enviara aviones a Baleares. Viajó a Italia y, tras un largo periplo en el que llegó a ser detenido, cumplió su cometido. Mallorca estaba salvada y él había marcado el gol de la final. A partir de ahí, todo le fue mal.
Los jefes ya debían sospechar algo porque le asignaron un puesto menor: jefe de la Falange Naval. Ocupaba el tiempo en capturar barcos enemigos en aguas baleares y comenzaron a desaparecer sospechosamente ciertas mercancías de valor. Debido a sus «desplantes», fue inhabilitado para cargos públicos y lo mandaron a Filipinas como jefe de la Falange de la colonia española, entre los que estaban su mujer e hijos. Durante un tiempo le fue bien, era un eficaz organizador, pero el consulado acabó despreciándole y volvieron a cesarle de todos sus cargos. Le acusaban de defender un cierto falangismo de izquierdas. Decían que criticaba a «la derecha» y que soltaba «soflamas anticapitalistas».
Cuando volvió a España al final de la guerra, ya nadie le quería. Un informe de Falange redactado en aquellas fechas es demoledor contra él: dice que «se casó por conveniencia», que provocaba incidentes por su adicción a la morfina y que se había «mezclado en infinidad de asuntos sucios, llevando un tren de vida de despilfarro». Lo expulsaron del partido y cayó definitivamente en desgracia. Durante muchos años buscó mil artimañas para financiar su adicción. En 1958 estaba preso por haber falsificado lotería de su parroquia. Acabó ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Palma, donde murió en 1973 con solo 67 años. Sus descendientes viven en Miami.
2 comentarios
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Un crápula.
Siempre interesante!