Miquel Serra
Miquel Serra

Consejero editorial del Grupo Serra

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Me enorgullezco de mi amistad con Miquel Segura, Pere Bonnín y Jacqueline Tobiass, y admiro que defiendan el legado judío. Debemos recordar nuestra historia, pero con perspectiva nueva y la vista al frente. Y veamos. Desde hace unos años, nuestras instituciones piden reiterado perdón por las infamias y los actos de fe como el de 1691, cuando el rabino Vall y los hermanos Tarongí fueron quemados vivos por mantener sus raíces. Cientos, tal vez miles de personas presenciaron aquellos tormentos.

Y sí, todos eran mallorquines, mallorquines como nosotros, tanto los que miraban como los que ardían en el fuego, envenenados por la superchería de personajes como el padre Garau o la impostura de los monarcas hispanos que toleraban aquellas atrocidades. Por eso me rebelo cuando oigo, una vez más, que aquellas salvajadas «son una mancha sobre el corazón y la conciencia de los mallorquines» o que nosotros, los mallorquines, «tenemos una deuda de reconocimiento y de reparación con todos los judíos conversos».

Pues no. Recordaba Frederic Melis hace unos días en Ultima Hora a Patty Smith y su canción Gloria: «Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos». Yo tampoco me siento responsable. Mantengamos la memoria y pidamos cuentas al obispo, al papa, al rey, pero no nos victimicemos más. Yo me siento tan xueta como aquellos xuetes. Tomemos perspectiva, no hagamos como la presidenta Prohens cuando dice que «el antisemitismo ha renacido en el mundo», con lo que pasa en Palestina. Porque de eso sí que me siento responsable.