Ayer y hoy

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Hasta no hace aún muchos años, la Navidad y la Semana Santa eran dos fechas muy especiales también para los periodistas, pues eran los dos únicos momentos del año en que en tres días concretos no salían los diarios a la calle. Esas tres jornadas eran el 25 de diciembre, el 1 de enero y el Sábado Santo. Si uno tenía el hábito de comprar el periódico cada día, esas jornadas se le hacían un poco extrañas, como si en realidad sintiera que le faltase algo.

Paseaba uno por Palma y al ver los quioscos cerrados o con la prensa del día anterior en los anaqueles, sentía una melancolía entre bohemia y literaria, solo propia de quienes desde la infancia han tenido una relación muy hermosa e intensa con la prensa escrita. Con la consolidación de las ediciones digitales, algo ha cambiado también en ese sentido, pues ahora no hay un solo día de los 365 del año en que dejemos de estar informados de lo que ocurre, si ese es nuestro deseo, aunque el ritmo de las noticias siga siendo aún algo menor durante aquellos tres días festivos.

Lo que aún se mantiene hoy igual para los amantes de los diarios, ya sea en papel o en digital, es esa sensación de que casi en cada noticia podemos encontrar un poco de orden frente al caos, algo que se agradece en medio de la incertidumbre en que a veces se mueven nuestras vidas o el mundo en el que vivimos, sobre todo a lo largo del último lustro. Saber lo que ocurre o lo que ha ocurrido unos momentos antes, y que alguien nos informe de ello y lo analice, no solo es algo bueno en sí mismo, sino que también es otra forma de ser libres.