La palabrería del apagón

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Les he hecho el favor de no decir ni una palabra del apagón en una semana, porque les supongo más hartos de palabrería sobre el apagón que del apagón mismo. Es inevitable que cada vez que ocurre algo calamitoso se genere un alud incesante de palabrería, con pretensiones informativas o lo contrario, a la que se agrega la verborrea de los que aprovechan la ocasión para arrimar el ascua a su sardina, de tal manera que el griterío (y los murmullos) llega a ser peor que la calamidad en sí.

Lo soportamos en la pandemia, y en la dana de Valencia, cuya gruesa palabrería todavía escuchamos 6 meses después. Récord mundial. Así que no hablaré del apagón, ni de cómo desaparecen en la nada (¡desaparecen!) 15 gigavatios en 3 segundos, sino de palabrería. Entre la que nunca falta, y destaca por su agresividad, la exigencia de explicaciones, siendo así que lo que hay después de un desastre son demasiadas explicaciones, en su mayoría inventadas sobre la marcha. Que si la culpa es de las renovables, que si nunca hay que cerrar las centrales nucleares, que si el Gobierno, que odia Madrid y está peleado con las eléctricas, apagó el interruptor de la luz para ocultar sus corrupciones, que si esto que si lo otro.

Ese día de oscuridad y palabrería, la tele sólo la vimos cuatro gatos en las islas, pero ni así cesaron los interminables programas especiales, con expertos estupefactos, sabiendo que en España nadie podía verles ni oírles. Colosal hazaña de servicio público. Por supuesto, además de la exigencia de explicaciones inmediatas, un elevado porcentaje de esta palabrería versa sobre la búsqueda afanosa de culpables, ya directos, derivados o remotos, pues sin ellos ninguna explicación es válida.

En fin, que a cualquier desgracia hay que añadir siempre la palabrería que brota ella a borbotones, y que es proporcional, como en el teorema de Arquímedes, al volumen de malestar que desaloja. ¿Y no se referirá a eso el viejo dicho de que las desgracias nunca vienen solas? En efecto, a eso precisamente. Las desgracias vienen con toneladas de palabrería incorporada, y si la palabrería siempre es molesta, figúrense en los días aciagos. Increíble, la verbosidad que desalojan. ¿Y a todas estas, sabemos ya lo que pasó y por qué? Bueno… Difícil con tanta palabrería. Exceso de opciones.