Gemma Marchena
Gemma Marchena

Periodista especializada en municipal (Palma)

Cutre

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Llevamos décadas hablando del turismo de calidad y lo hemos conseguido: Mallorca se ha convertido en un destino imposible de pagar. Y mientras se ha reducido la oferta de hoteles de tres estrellas, aquella a la que iban de cabeza las familias y los jubilados de clase media y trabajadora, se ha multiplicado la oferta de los pisos turísticos ilegales. Airbnb se ha convertido en muchas ocasiones en el destino de aquellos que han asumido que no pueden pagarse un hotel. Aquí se me ocurren varias derivadas. Por un lado, tenemos la creencia de que debemos viajar varias veces al año, algo universalizado por las low cost. Por otro lado, si los sueldos no suben, buscamos recortar gastos en nuestras vacaciones. Y acudimos a alojamientos de más que dudosa calidad. En la calle Oms hay un piso dedicado al alquiler turístico ilegal. Sus cinco habitaciones están repletas de literas y se ha convertido en un hostal cutre con un solo baño a compartir. La noche sale a 96 euros por persona por dormir en una litera roñosa en un piso atestado de desconocidos con los que hay que compartir retrete. No se me ocurre mejor definición de vacaciones cochambrosas. En cambio, si uno va a buscar por las mismas fechas un hotel majo de tres estrellas en Palma, sale un 50 por ciento más barato. Con su habitación para la familia, su baño individual, posibilidad de desayuno. Airbnb ha ganado el relato a los hoteleros. Hemos convertido toda la planta hotelera en lujo y los pisos para vivir, en pseudohostales miserables para alimentar la avaricia de algunas personas que, dicen, quieren su porción de riqueza turística. Y los vecinos sin casa, las chabolas repletas, las caravanas acogiendo a trabajadores...