Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Trabajadores

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Celebramos un año más, es un decir, el Primero de Mayo o Día Internacional de los Trabajadores. Solemos tener presente que cuando algo o alguien necesita un día internacional es que requiere ayuda y, en el fondo, así es. El trabajador de hoy, qué duda cabe, vive infinitamente mejor que en los siglos precedentes, aunque en esto también se esconden muchos mitos. Hace tiempo que se sabe que los tan denostados campesinos medievales, en realidad, trabajaban a lo sumo 150 días al año y eso, hoy en día, sería un chollazo.

En la España del Antiguo Régimen, los documentos atestiguan que se dedicaban al descanso durante cinco meses al año. Así que, claramente, hemos retrocedido «gracias» a la revolución industrial, aunque hayamos evolucionado en otros aspectos. Dice la prensa afín al Gobierno que llevamos nueve años de mejoras laborales: un salario mínimo más digno, menos temporalidad y despidos. Pronto, dicen, disfrutaremos de una reducción de la jornada laboral que nos permitirá ganar vida. Sin embargo, a cualquiera que preguntes te dirá que su existencia es cada vez más precaria, más barata y muchísimo más estresante. Bien sea por la esclavitud de las redes sociales, por cuestiones personales o por lo acelerado del ritmo que nos imponen, lo cierto es que somos más pobres y estamos más angustiados. Ergo, algo se está haciendo mal.

Quizá hayan subido algo los sueldos, pero lo ha hecho en mucha mayor medida el coste de las cosas; el desempleo entre los jóvenes es el mayor de Europa y, aunque trabajen, no consiguen emanciparse e iniciar su propia vida porque el espinoso tema de la vivienda se lo impide. Es esta nueva generación la primera en la historia que va a vivir peor que sus padres ¡y que sus abuelos!