Es un fenómeno que salta a la vista: cuando llega un puente o un fin de semana largo, bares, restaurantes, hoteles, aeropuertos… todo se llena hasta desbordar. Muy pocos se quedan en casa. ¿Es una moda pasajera? ¿Una reacción natural después de la pandemia?
Durante los meses oscuros del confinamiento, descubrimos lo frágil que puede ser nuestra libertad. Aprendimos –a la fuerza– a vivir entre cuatro paredes, a hacer del hogar una fortaleza y, a la vez, una prisión. Aquella etapa dejó huella. Y ahora, quizás sin ser plenamente conscientes, muchos siguen empujados por la necesidad de recuperar el tiempo perdido.
La sociedad ha cambiado. Especialmente para los jóvenes, que ven cómo los viejos sueños –comprar una casa, construir una estabilidad duradera– se desdibujan y parecen cada vez más lejanos. Muchos saben que, aunque trabajen duro, nunca podrán permitirse aquello que durante décadas se consideró «normal»: la vivienda en propiedad, un colchón de ahorros sólido. ¿Qué sentido tiene entonces ahorrar con rigor si el horizonte está lleno de incertidumbre?
En su lugar, ha nacido otra filosofía: la de disfrutar lo inmediato, lo asequible, lo que cabe en un presupuesto modesto. Una cena con amigos, un viaje relámpago a una ciudad europea, una escapada rural… Pequeñas dosis de placer que ofrecen estímulos y mantienen vivas las ilusiones. Porque todos necesitamos algo que esperar, algo que rompa la rutina, algo que nos recuerde que estamos vivos.
Algunos lo critican, lo llaman frivolidad o despilfarro. No es justo simplificarlo así. Hay detrás una búsqueda genuina de sentido, de alegría, de pertenencia. El bar de la esquina se convierte en refugio, la terraza en escenario donde se escenifica la vida. En un mundo cada vez más incierto, compartir una cerveza o descubrir un rincón nuevo es también una forma de rebelión, un acto sencillo pero poderoso de reafirmación.
Quizás simplemente hemos aprendido que hay otras riquezas, más inmediatas y menos tangibles, que también cuentan. Todos necesitamos sentir que la vida nos pertenece, aunque sea durante unas horas, alrededor de una mesa llena de risas o con la maleta lista para la próxima aventura.
1 comentario
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
Es INDUDABLE que estos pobre chicos NO HAN TENIDO LAS DIFICULTADES DE NUESTROS ABUELOS CON UNA GUERRA CIVIL O DE NUESTRO PADRES HIJOS DE LA GUERRA.... ( Ironía)